viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 15

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Una mañana de mediados de agosto, Hinata leía un libro tumbada en uno de los arboles cerca de la piscina de su casa en Konoha. Era una delicia sentir el calor de los rayos del sol —todavía no demasiado potentes— sobre su cuerpo, sabiendo que podía vaguear todo lo que le diera la gana.

Al regresar a su hogar se había refugiado en sus estudios para evitar pensar. Durante los últimos meses, había trabajado muy duro para exponer su tesis ante el tribunal. Ya hacía casi una semana que se había examinado y, aunque superó la prueba con una de las notas más altas, el tremendo esfuerzo realizado le había pasado factura y ahora se sentía tan agotada, que lo único que había hecho en los días que siguieron fue arrastrarse de la cama al jardín y del jardín a la cama.

Relajada y satisfecha, perdió la noción del tiempo hasta que, de pronto, notó que una sombra se interponía entre ella y el sol. Pensando que sería una nube —pese a que el cielo estaba completamente despejado cuando decidió salir afuera—dejo el libro de lado, y subió la mirada.

No era una nube.

El obstáculo que interfería entre la luz del sol y su cuerpo era una figura masculina de elevada estatura, cuyo rostro quedaba a contraluz.

—¿Kakashi? —susurró incrédula.

—¡Hola, Hinata!

Hinata lo contempló boquiabierta. En efecto se trababa de Kakashi Hatake, vestido con unos pantalones negros y una camisa azul pálido con los puños remangados hasta el codo.

Estaba guapísimo. Hinata solo cerró la boca cuando se dio cuenta de que los ojos del Hatake también la recorrían con avidez de arriba abajo, sin perderse un solo detalle de su esbelta figura envuelta en un vestido corto de color blanco.

Con rapidez, se cubrió las piernas con una manta de alegres colores para escapar de su mirada.

—¿Qué haces aquí?

—Recuerdo que una vez me dijiste que si venía a Konoha te llamara y correrías a buscar tu delantal y tu libro de recetas. Vengo a recordarte tu promesa...

—Vienes en mal momento —se encogió de hombros, displicente—estoy tan cansada que cualquier pequeño esfuerzo minaría mi salud para siempre.

—Felicidades, Doctora Hyūga.

—¿Cómo te has enterado?

—Digamos que tu padre me ha mantenido informado sobre ciertos asuntos que me interesaban, como por ejemplo: cómo iba tu tesis doctoral, cuándo te examinabas, cuál era tu estado de ánimo y... alguna cosa más.

Hinata, horrorizada, se ruborizó hasta el blanco de los ojos.

—¿No le habrás...?

Kakashi la observó burlón, con esa sonrisa torcida que no había perdido su capacidad de acelerarle el pulso al límite.

—¿No le habré...?

—Lo sabes perfectamente —replicó avergonzada.

—Tranquila, Hinata, no le he preguntado si estabas embarazada. —El color rojo de las mejillas femeninas subió dos tonos, y a Hinata le molestó que hablara de esa posibilidad como si no tuviera la menor importancia—Me imaginé que si ese era el caso, sería él el que vendría a preguntarme a mí.

—Eres... —Apretó los labios con fuerza para no soltarle lo que pensaba de él—. No me gusta nada que tú y mi padre hablen de mí a mis espaldas.

Kakashi alzó una mano en un gesto apaciguador.

—Paz, Hinata. No he venido a Konoha para pelearme contigo.

—¿Ah, no? Entonces, ¿a qué has venido, si puede saberse? ¿No deberías estar trabajando en ese «pequeño» negocio de temas de seguridad del que vives? Son malos tiempos para las «pequeñas» empresas —aprovechó para enfatizar por dos veces el adjetivo con inconfundible sarcasmo.

Kakashi lanzó una carcajada que le marcó unas atractivas arrugas en las comisuras de los ojos.

—Así que por fin te has enterado de que no estoy interesado en la fortuna de la pequeña heredera.

Hinata recordó la conversación telefónica que había mantenido con su padre mientras Kakashi lavaba los platos.

—Así que si escuchabas mis llamadas.

—Estabas a mi cargo, cariño —dijo con obviedad.

—Te agradecería que no me llamaras «cariño» —replicó Hinata, cada vez más indignada—¿Se puede saber en cuántas cosas más me engañaste?

Kakashi dio un paso hacia ella, sujetó su barbilla entre el dedo índice y el pulgar y la obligó a mirarlo a los ojos.

—Niego haberte engañado en nada. Simplemente, no te conté toda la verdad.

—¡Suéltame! ¡No me toques!

Hinata se desasió con brusquedad, y él se apresuró a dar un paso atrás y a alzar las palmas de las manos en señal de rendición.

—Te prometo que lo intentaré, Hinata, pero me va a costar mucho mantener esta promesa; te veo todavía más encantadora de lo que recordaba.

Una vez más, Hinata notó que le ardían las mejillas. Ese hombre conseguía hacer que se sintiera una estúpida con solo mirarla con esos ojos y esa sonrisa ladeada.

—Dejemos de desvariar y volvamos al tema que nos ocupa —propuso con severidad, decidida a no darle la satisfacción de verla perder la calma—. ¿A qué has venido?

—¿No es evidente? He venido a verte.

—¿Por qué?

—¿Porque lo necesitaba? ¿Porque durante estos últimos seis meses no he parado de pensar en ti? ¿Porque Pakkun todavía te busca por las esquinas? ¿Porque echo de menos los deliciosos platos que me preparabas?

De pie frente a él, incapaz de moverse o de apartar la vista de esas pupilas que parecían quemarla, Hinata sentía que le faltaba la respiración.

Los ojos de Kakashi resbalaron con lentitud por la larga melena, que lucía brillante ahí donde el sol la había tocado, recorrió su cuerpo exquisito cubierto por el vestido que estaría encanto en quitar, y las piernas bellas y esbeltas, que siempre lo habían enloquecido. Después volvieron a posarse sobre las delicadas facciones y se detuvieron, por fin, en los labios, entreabiertos por el asombro.

—Creo que voy a tener que romperla.

—¿El qué? —preguntó Hinata con voz ronca, como si saliera de un trance.

—La promesa que te acabo de hacer

Con un movimiento fluido la atrajo hacia sí. Enredó los dedos en los brillantes cabellos, detrás de la nuca y con el otro brazo le rodeó la cintura. Entonces, se inclinó sobre ella y la besó con tanta pasión, que Hinata pensó que si la soltaba en ese momento sus piernas cederían y se caería al suelo.

Fue como volver a casa. Hinata perdió la noción del tiempo y del espacio; en esos momentos, solo existía en el mundo esa boca perturbadora que anulaba por completo su voluntad. Incapaz de resistirse, se puso de puntillas y anudó los brazos entorno a su cuello.

—Ejem, ejem.

Un carraspeo sonó a sus espaldas, haciendo que se separaran en el acto. Hinata se volvió con rapidez y al ver a su padre, que se acercaba con el periódico debajo del brazo y un vaso de zumo de naranja en la mano, increíblemente, logró ponerse más roja de lo que ya estaba. Sin embargo, Kakashi se volvió hacia el recién llegado sin aparente vergüenza y lo saludó efusivo, tendiéndole la mano.

—Buenos días, Hiashi. Encantado de volver a verte.

Se estrecharon la mano con un amistoso apretón.

—Buenos días, Kakashi, creo que mi hija también está encantada de volverte a ver.

—¡Papá! -Soltó Hinata avergonzada-

—Solo es una impresión personal, hija mía, no sueles recibir a tus amigos de esa forma tan... afectuosa.

Hinata rezó para que se la tragara la tierra mientras observaba impresionada cómo Kakashi reía divertido, sin mostrar ni un asomo de turbación.

—No te enfades, Hinata. —Kakashi la agarró de la mano—Como supuse que estarías cansada y que no querrías prepararme la comida, te propongo un picnic. Sé que hace un par de días fue tu graduación y, para celebrarlo, llevo una cesta llena de cosas ricas en el coche que me gustaría compartir contigo.

—¿Qué tipo de cosas? —dijo con un mohín tierno—. ¿Comida de lata o de sobre?

—Te prometo que te gustará lo que he comprado.

—No sé si podré confiar nunca más en tus promesas... —replicó con malicia.

—Touché!

—¿Donde tenías pensado ir?

En realidad, le daba igual a dónde la llevara, solo quería estar con él.

—Conozco un lugar muy bello en la montaña, en el que podremos hablar con tranquilidad. Así que lleva un suéter por si acaso.

—Está bien, iré a cambiarme. Espero que te portes como un caballero.

Kakashi se llevó una mano al corazón.

—Lo juro.


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