viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 12

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Las pupilas masculinas se dilataron al posarse sobre los aterciopelados hombros desnudos y las bellas piernas, apenas cubiertas por la toalla. Algunos mechones húmedos escapaban del moño improvisado, y Kakashi Hatake se dijo que era la visión más deliciosa que un hombre pudiera imaginar. El anhelo de aproximarse a ella, apartar uno de esos rizos húmedos y hundir la cara en el hueco de su garganta fue casi imposible de dominar; solo le detuvo el temor que le pareció adivinar en los grandes ojos perlas. Con una fuerza de voluntad férrea, se sobrepuso a las irreprimibles demandas de su cuerpo traidor y logró seguir donde estaba, al tiempo que esbozaba una sonrisa tranquilizadora.

—Perdona mi intromisión, Hinata. He traído un poco de alcohol y algodón para curarte la herida del labio y un somnífero. Creo que es importante que esta noche duermas profundamente. Ven –dio una palmada sobre el colchón, a su lado —siéntate aquí. Quiero revisarte.

—Gracias, Kakashi. No es necesario que te molestes, ya me la he lavado en el baño...

Kakashi repitió la palmada con gesto autoritario, y a Hinata no le quedó más remedio que acercarse a él con las rodillas temblorosas. Se sentó a su lado y se ajustó bien la toalla. Lo último que quería era dar un espectáculo.

Kakashi le tomó el rostro entre las manos. Con delicadeza movió su cara de un lado a otro, para examinar la herida a la escasa luz que emitía la lamparilla de noche.

—Bueno —su sonrisa hizo que a Hinata el estómago le diera una voltereta— tengo dos noticias, una buena y otra mala. ¿Cuál quieres conocer primero?

Hinata, que apenas podía respirar al sentirlo tan cerca de su cuerpo semidesnudo, susurró:

—La buena primero.

—La buena es que no es necesario que te dé puntos en el corte que tienes en la esquina del labio.

—¡Puntos! —repitió incrédula—. ¿Estabas dispuesto a coserme tú mismo? ¿Así, como si nada, como si fuera el pavo de Navidad? —Hinata se estremeció solo de pensarlo.

—Si fueras el pavo de Navidad no necesitaría coserte. Todavía falta mucho tiempo para las fiestas ¿no crees? Además —a pesar de que estaba completamente serio, se notaba que se estaba riendo de ella—, yo coso muy bien. Soy un gran amito de mi casa.

—Me alegro por tu futura esposa. Pero sigo esperando la mala noticia. Y, ¿sabes?, no creo que me convenga tanta incertidumbre después de los sobresaltos del día.

A Kakashi le alegró comprobar que la antigua Hinata, ocurrente y despistada, asomaba de nuevo detrás de la muchacha miedosa y temblorosa que había rescatado de la nave.

—La mala noticia, querida mía, es que mañana tendrás un labio muy inflamado.

—¡Un labio inflamado! —Lo miró con cara de horror—. ¿Y no puedo hacer nada? No sé... ¿ponerme hielo?, ¿un filete como en los dibujos animados...?

—Me temo que ya es demasiado tarde para los remedios caseros —contestó Kakashi al tiempo que cortaba un trozo de algodón y vertía sobre él unas gotas de alcohol— mañana lucirá usted un labio maquillado en todos los preciosos tonos que van del amarillo al morado.

Con mucho cuidado, le alzó la barbilla con dos dedos y empezó a darle ligeros toquecitos con el algodón sobre el labio.

—¡Ay!

—Perdona —rogó, preocupado, y sus dedos se volvieron aún más delicados.

En realidad, Hinata no había sentido ningún dolor; se había quejado para disimular las reacciones de su cuerpo, aunque lo cierto era que se sentía más inclinada a emitir un ronroneo satisfecho. Era increíble lo suaves que podían ser esas manos que hacía apenas unas horas habían golpeado a un hombre hasta dejarlo inconsciente. Cerró los ojos y disfrutó del agradable contacto de sus dedos.

Kakashi hacía esfuerzos por controlar la respiración mientras contemplaba las largas pestañas rizadas en el exquisito rostro elevado hacia él. Aspiró la agradable esencia floral de las sales de baño mezclada con el embriagador aroma de su piel, y la combinación se le subió a la cabeza como el champán. Terminó de curar la herida y se levanto con tal brusquedad que derribó el bote de alcohol sobre la colcha.

—¡Menos mal que estaba cerrado! — dijo Hinata aliviada.

—Buenas noches.

Kakashi recogió el bote y el algodón y salió de la habitación a toda prisa. Después de cerrar la puerta con suavidad, se apoyó en ella con los puños apretados y respiró despacio, en un intento de calmar su excitación.

Al otro lado de la puerta, Hinata pensó que, más que un somnífero, lo que necesitaba era un buen trago de algo fuerte; todavía le temblaba todo el cuerpo y no era por su secuestro, precisamente. Cuando había visto a Kakashi esperándola sentado en su cama mientras ella salía del baño envuelta tan solo con una toalla, como si fueran un matrimonio bien consolidado, su cerebro había comenzado a proyectar una serie de imágenes lujuriosas en su mente, que le dejaron las rodillas flojas. Y después, la insoportable tortura de estar sentada a su lado y sentir el roce de los cálidos dedos sobre su piel al curarla... A punto había estado de abalanzarse sobre él y rogarle que le hiciera el amor. Menos mal que se había contenido; tuvo que agarrarse a la colcha y apretar las manos hasta hacerse daño, pero al menos había evitado hacer el ridículo delante de él por enésima vez.

Pese a que seguía muy agitada, decidió que lo mejor sería acostarse y no pensar más. Con rapidez, desenrolló la toalla y se puso la abrigada pijama, se tomó el somnífero que él le había dejado con un poco de agua y, media hora después, estaba sumida en un sueño profundo.

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Cuando despertó a la mañana siguiente, a Hinata le pareció que su cabeza estaba rellena de algodón. Se quedó un rato tumbada en la cama, observando los ya familiares objetos que la rodeaban y dio gracias a Dios de no encontrarse en el horrible lugar del secuestro, a merced de sus captores. Miró el reloj que tenía sobre la mesilla; había dormido casi ocho horas y se sentía bien descansada. Remoloneó unos segundos más antes de levantarse y sacar unos pantalones y un jersey de cuello alto del armario. Después de vestirse, se lavó la cara, se peinó y bajó al salón.

—¡Buenos días, Bella Durmiente! He entrado un par de veces a ver cómo estabas y dormías como un bebé.

—Sí, he dormido muy bien. Gracias por pensar en el somnífero, Kakashi, fue una gran idea —dijo con una cálida sonrisa.

Kakashi observó con atención el rostro sonrojado. A pesar de su labio que, en efecto, estaba inflamado, Hinata estaba radiante.

—Te prepararé el desayuno. ¿Qué prefieres: huevos revueltos con beicon o tostadas con mantequilla?

—Hum. Tostadas suena bien. Muchas.

—¿Muchas?

—Estoy hambrienta... —Esta vez le lanzó una mirada que, sin saber por qué, lo puso nervioso.

—He hablado con la policía. —Kakashi se apresuró a cambiar de tema; había algo en ella esa mañana que no sabía cómo interpretar—. Vendrán esta tarde para hacerte unas preguntas. No debes preocuparte, limítate a contarles lo que ocurrió con la mayor cantidad de detalles que puedas recordar.

Como si acabara de ocurrírsele de repente, Hinata preguntó:

—Y si sale todo en las noticias y mi padre se acaba enterando por la televisión o la prensa.

Kakashi descartó su inquietud con un gesto de la mano.

—No te preocupes. He hablado con la persona encargada de la investigación y está de acuerdo conmigo en evitar que estos hechos se filtren a los medios.

Hinata respiró aliviada.

—¡Tu desayuno!

Hinata devoró varias tostadas crujientes, untadas con mantequilla y mermelada, y un par de tazas de café, antes de darse unas palmadas en el estómago con expresión satisfecha:

—Perfecto.

Una vez más, Kakashi pensó que era un placer verla comer con sano apetito. En realidad, contemplar a Hinata Hyūga en cualquier instante de su vida era un auténtico banquete para la vista.

—Ahora, me gustaría visitar a Naruto—dijo en voz baja.

Kakashi la llevó en su coche hasta el hospital, que estaba a las afueras. Una vez en la habitación, donde Naruto se recuperaba de la operación a la que lo habían sometido para enderezarle el tabique nasal, Kakashi los dejó a solas para que hablaran con tranquilidad.

Al terminar la visita, fueron a un pequeño café situado en una plaza céntrica y tomaron un almuerzo ligero. Después, dieron un paseo por la ciudad, y charlaron de temas sin importancia mientras contemplaban, entretenidos, a la gente que iba y venía por las bulliciosas calles empedradas.

Cuando regresaron a la casa, un coche oscuro y sin distintivos —que Kakashi identificó en el acto como policía secreta— estaba aparcado frente a ella y dos agentes les aguardaban delante de la puerta de entrada. Kakashi les invitó a pasar y sirvió unos cafés. A pesar de que los policías se mostraron muy amables con ella en todo momento, cuando acabó su declaración Hinata se sentía como si un camión lleno de escombros le hubiera pasado por encima.

—Lo has hecho muy bien, Hinata—la felicitó Kakashi cuando los policías se marcharon por fin.

Ya casi era la hora de la cena, así que cortó un poco de pan y queso, sirvió dos copas de vino y lo dejó todo en la mesita frente al sofá, donde Hinata esperaba en su postura habitual: con los brazos alrededor de las piernas y la barbilla apoyada sobre las rodillas.

—Eso espero. ¿Crees que ya estoy a salvo? ¿Podré volver a mi casa?

—Creo que sí. Según me han contado, gracias a la información que obtuvieron anoche tras interrogar a los mafiosos que estaban en condiciones de hablar, la policía de Konoha ha detenido esta mañana al jefe del grupo. Al parecer, fue Toneri el que se puso en contacto con ellos para sugerirles tu secuestro.

Hinata movió la cabeza, pesarosa.

—Pensé que era mi amigo... —susurró.

—Al parecer tenía numerosas deudas de juego y se hizo de enemigos. Su vida corría serio peligro si no conseguía el dinero pronto.

—Puedo entender lo de las deudas y el dinero; lo que no alcanzo a comprender es ese odio que siente por mí.

Los ojos perla lo miraron con un profundo desconsuelo.

—Mira, Hinata—dijo con suavidad—, hay gente mala en el mundo. No soy especialmente religioso, pero si alguien me preguntara: ¿crees que el diablo existe? Respondería sin vacilar que sí, sin lugar a dudas. Le he visto asomar la patita en más ocasiones de las que me gusta recordar.

Hinata cogió su copa de vino y dio un sorbo sin dejar de dar vueltas esas palabras.

—Tienes razón. Yo también lo he visto muy de cerca; ayer me enfrenté con él... —Se le quebró la voz y se apresuró a cambiar de tema—. Kakashi, quiero darte las gracias.

Él hizo un expresivo gesto con la mano, descartando la necesidad de agradecimientos, pero Hinata insistió:

—En serio, Kakashi. Puede que tú consideres que solo cumplías con tu deber, pero yo te debo la vida y algo más. Te debo... —se detuvo un instante para buscar las palabras adecuadas—. Te debo mi cordura. Si no hubieras llegado a tiempo...

—No pienses más en ello —le cortó en tono seco.

—No puedo evitarlo. Creo que nunca más me sentiré segura si tú no estás a mi lado.

Sus ojos se anegaron, pero con un esfuerzo, Hinata consiguió contener las lágrimas.

Kakashi le puso las manos sobre los hombros y clavó los ojos en los suyos.

—Lo que te ocurre es muy común entre las víctimas de secuestros. Desarrollan miedos e inseguridades que antes no estaban ahí y se vuelven hacia la persona que les rescató, como si fuera una especie de héroe o dios. Pero debes saber que eso no es real. Quizá necesites ayuda psicológica para superarlo, pero con el tiempo lo conseguirás.

La vio apretar los párpados con fuerza, y Kakashi interpretó el gesto como una muestra de cansancio.

—Creo que será mejor que subas a dormir. Hoy también ha sido un día agitado y en estos momentos lo que más necesitas es descansar. ¿Te doy otro somnífero?

Hinata negó con la cabeza.

—Será mejor que no; podría acostumbrarme a ellos.

—Como quieras.

Kakashi se inclinó hacia ella y le dio un beso en la frente.

—Que tengas felices sueños...


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