viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 01

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

El ruido en la estación de trenes de konoha era considerable, trenes iban y venian, haciendo continuas paradas cada 15 minutos. Hinata no sabía cual habia sido la necesidad de su padre por sacarla del país del fuego tan rapidamente, su padre se habría mostrado muy misterioso respecto ha todo el asunto; la única información que le había dicho era que no viajaría sola.

A Hinata le daba mala espina tanto misterio, al principio pensó que su padre no la quería más cerca porque ella era la viva imagen de su madre, quien murió apenas hace dos años, pero al ver el dolor en la mirada de su padre al despedirse supo de inmediata que la cosa no iba por ahí.

El ruido de los trenes trajo a Hinata de vuelta en si, una pequeña brisa helada hizo que se arrebujara en la chaqueta que cubría su vestido.

«Debí cambiarme de ropa antes de salir». Pensó.

Al salir de su hogar hace apenas una hora, la temperatura era cálida y el cielo lucía un magnífico azul, de lo rápido que su padre le dijo que tendría que irse en un viaje de tiempo indeterminado, apenas le dio tiempo de armar una pequeña maleta y salir, olvido por completo qué estaban en esa época del año en que las temperas daban un cambio drástico.

Hecho un pequeño vistazo al pequeño boleto de tren que llevaba en su mano, la hora de salida indicaba las 15:00 hrs. Saco su teléfono del bolsillo en su chaqueta, visualizó la hora y empezó a preocuparse, faltaban 30 minutos para empezar abordar el tren y no había señal de su supuesto acompañante.

Miró a su alrededor, preguntándose si quien la acompañaría, si quiera la conocía, quizás esa persona ya estaría abordo del tren cómodamente en su asiento y ella perdiendo el tiempo.

—¿Va abordar el tren, señorita? —preguntó un hombre encargado de subir el equipaje.
—. Si desea le puedo subir la maleta.

—Así es, muchas gracias —respondió amablemente.

Abordo el tren, suspirando sin más, esperaba de todo corazón que quien la acompañaría ya estuviera ocupando su asiento, de no ser así se metería en problemas serios con su padre, ella sabía mejor que nadie lo estricto que solía ser con los empleados que no seguían las ordenes. Hinata no aprobaba la forma de ser de su padre, ella solía ser más amable y en ocasiones hasta los defendía, pero al final de cuentas su padre siempre tenía la última palabra.

«Esto se pone cada vez más deprimente, parece que viajare sola» se dijo observando el asiento a su lado vacío.

Viajó sola y pensativa todo el camino, después de seis horas de largo viaje el tren se detuvo y bajo con su pequeña maleta, ya era de noche cuando llego al país del trueno, se dirigió a la salida de la estación, cuando visualizó un hombre que se encontraba frente a ella a unos 5 metros, sosteniendo un cartel con el apellido Hyūga escrito en él.

«quizás sea ese hombre mi compañero de viaje». Pensó momentaneamente.

—Buenas noches, Srita. Hyūga su padre me ha ordenado recogerla para que la lleve a un pequeño hotel de la zona -hizo una pausa y como si le leyera la mente prosiguio- ahí pasara la noche en lo que espera a su acompañante, se me ha informado que esta demorado, le subiré la maleta.

«No, no es el»

—Claro, que amable —respondió pasándole la maleta.

El hotel no quedaba lejos de la estación. Desde luego, no era el típico hotel donde ella solía alojarse. El aspecto era bastante sencillo, incluso algo sucio, poco más que lo básico.

«Al menos sirve para descansar» se dijo positiva.

El chofer , o lo que fuera, se dirigió a la lúgubre recepción y, a los pocos minutos, volvió con una llave.

El ascensor estaba estropeado, y se vieron obligados a subir las escaleras hasta el cuarto piso, Hinata se sintió un poco culpable por haberse alegrado de no ser ella quien cargarse con la maleta los cuatro tramos de escaleras. El hombre sé detuvo en la habitación 405, abrió la puerta con cuidado, echó un leve vistazo al interior y dejó el equipaje en la pequeña cama.

Hinata buscó su billetera en el bolso y se dispuso a pagarle.

—No es necesario, señorita, todo está arreglado. Buenas noches.

Sin más, el hombre abrió la puerta, miró a ambos lados antes de salir y cerró la puerta con suavidad. A pesar de su aspecto simple, estaba claro que no era un chofer corriente.

Hinata miró a su alrededor cada vez más irritada.

La habitación, pequeña y oscura, tenía un aire deprimente con los escasos muebles. Impaciente, se asomó al cuarto de baño y comprobó con alivio que, aunque pequeño, al menos parecía estar bastante limpio.

De un tirón, quitó la colcha de tejido sintético llena de manchas sospechosas y se tumbó en la cama con los ojos clavados en el techo mientras se preguntaba que era todo lo que le estaba pasando, su cabeza le daba vueltas una y otra vez al asunto cuando de pronto alguien golpeó la puerta con los nudillos.

—¿Quién es? —preguntó sobresaltada.

No hubo respuesta.

Hinata, más que un poco asustada, se puso en pie a toda prisa, cogió lo primero que estaba a su alcanze que le pudiera funcionar como arma, un bolígrafo que estaba sobre la mesilla de noche, fue lo que encontro, le quitó el capuchón y, empuñándolo como si fuese un arma, esperó con el corazón latiéndole atropellado en el pecho.

La puerta se abrió con suavidad y un tipo inmenso se coló en la habitación. Su estatura rondaría el metro ochenta, con amplias espaldas y caderas estrechas. La camisa de algodón azul se pegaba a un cuerpo fibroso que, a pesar de no estar musculado en exceso, transmitía la impresión de una extraordinaria fortaleza. El hombre se quedó quieto, observándola desde su altura con unos inescrutables ojos negros que resaltaban en el rostro y como no hacerlo, si la mitad de este estaba cubierto por una máscara. Su cabello era de un gris, casi plateado. Todo en su apariencia indicaba autoridad y tenía un cierto aire de soldado profesional.

Hinata agarró el bolígrafo con más fuerza. Si poco antes se le había acelerado el corazón, ahora latía desbocado; se veía a sí misma como un pequeño gatito enfrentándose a un gran dóberman

—¿Cómo se atreve a entrar asi en mi habitación? —Alzó la barbilla, altanera, consciente del ligero temblor que asomaba en sus palabras a pesar de sus esfuerzos por conservar la calma.

—Creo que debería presentarme. —Un escalofrío recorrió de arriba abajo su columna vertebral al escuchar la profunda voz masculina—. Me llamo Kakashi Hatake, hace años fui miembro del equipo de seguridad que rodea a su padre, perdón por llegar tarde, debí perderme en el sendero de la vida.

Entonces al escuchar aquello ella lo reconoció. Habían pasado algo más de diez años desde la última vez que se vieron. Hinata era en aquellos días una chiquilla de trece años a la que le gustaba intentar llamar su atención, claro sin éxito. Ya no quedaba nada de ese muchacho de diecitantos; ahora era un hombre de expresión algo despiadada.

Hinata soltó por fin el bolígrafo, algo más relajada.

—Me gustaría saber a qué viene tanto misterio —exigió algo impaciente, al tiempo que se apartaba de los ojos un mechón de su larga melena negra-azulada, veteada de mechones más claros—. Todo esto empieza a preocuparme.

—¿No le ha dicho nada su padre?

—Solo que tenía que dejar Konoha en seguida y que tendría compañía, pero ahora viéndolo a usted, me extraña que le eligiera para esto; creía que no se veían desde hacía años.

—Siempre hemos mantenido el contacto, pero ahora no hay tiempo para explicaciones. Más tarde le contaré todo lo que desee. Le he traído ropa más adecuada para el lugar al que nos dirigimos; me temo que su equipaje no le servirá allí.

De una bolsa negra que llevaba colgada del hombro sacó unos jeans, un grueso suéter, unas botas y los arrojó sobre la cama.

—¿A dónde vamos?

—No tan lejos. Solo que ahí el clima es un poco distinto.

—Oh.

Kakashi se limitó a mirarla con esos ojos que parecían espejos, fríos e impenetrables.

—¿Que pasará con mis cosas? No esperara que tire la ropa ¿no?

A Hinata no le importó parecer algo maleducada, deseaba que mostrara algún tipo de emoción, aunque fuera enojo. Ella necesitaba explicaciones de lo que sucedía. Pero él se dirigió hacia la puerta como si nada y con una mano en el pomo, se volvió para decirle:

—Alguien vendrá a recogerlo todo más tarde. Tiene diez minutos para cambiarse de ropa. Si le lleva más tiempo entraré y yo mismo le ayudaré a terminar de vestirse.

Hinata se sonrojo de pies a cabeza y giró dándole la espalda.

Aquel tipo no debió haber notado tal acción, pues salió sin decir nada y cerró la puerta con suavidad.

Hinata no perdió tiempo, tenía la certeza de que Kakashi Hatake no era una persona que lanzara amenazas gratuitas. Con rapidez, se cambió de ropa y le sorprendió comprobar que todo le quedaba a la perfección, incluso las botas eran de su número. No eran prendas de lujo, pero tampoco eran horribles, de hecho eran bastante cómodas.

Sonaron dos toques en la puerta y, sin esperar a escuchar el correspondiente «adelante», Kakashi Hatake entró de nuevo en la habitación.

—¿Satisfecho? —Sarcástica, Hinata dio una vuelta sobre sí misma, no era propio de ella, pero la situación la estaba sobrepasando.

—Lástima, me hubiera encantado ayudarla a vestirse —respondió el Hatake con un tono neutro que desmentía el sarcasmo de sus palabras, al tiempo que sus pupilas la desnudaban con lentitud.

Hinata no pudo evitar sonrojarse nuevamente, algo que no le ocurría muy a menudo desde hace tiempo y que contribuyó a aumentar el desagrado que sentía por aquel hombre.

—¡Acabemos con esto! —ordenó enfadada, dirigiéndose hacia la puerta sin percatarse de la divertida sonrisa que escondía Kakashi Hatake.

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