viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 06

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

A la mañana siguiente Hinata se despertó al sentir la caricia de un pequeño rayo de sol en su mejilla. Se quedó quieta, sintiendo su calidez mientras trataba de no pensar en nada, hasta que una llamada a la puerta la sacó de si.

Fingió que seguía dormida, pero el molesto individuo que estaba al otro lado volvió a llamar con insistencia. Temerosa de que abriera y entrase en su dormitorio, decidió contestar:

—¿Pasa algo?

—Quiero hablar contigo, Hinata.

—No tenemos nada de qué hablar.

—Te espero abajo en media hora, si no subiré a buscarte.

Saltó de la cama y se dirigió al baño a toda prisa; a esas alturas sabía de sobra que el Hatake no bromeaba.

En cuanto salió de la ducha, bajó las escaleras despacio. Kakashi la esperaba de pie, apoyado contra la repisa de la chimenea. Como de costumbre, la observaba con sus fríos ojos, sin dejar traslucir ninguna emoción. A Hinata le pareció increíble que aquel fuera el mismo hombre que la noche anterior la había besado con tanta pasión.

—Quiero pedirte disculpas.

La indiferencia de su voz por alguna razón le molesto, pero Hinata trató de ocultar sus emociones refugiándose en un tono calmado.

—No pasa nada, tampoco fue para tanto. No son necesarias las lamentaciones...

Percibió de nuevo ese músculo que latía en la comisura de su boca; esa señal delatora que era la única indicación de una emoción contenida. Le alegró comprobar que no estaba tan tranquilo como aparentaba.

—Me doy cuenta de que para ti no tiene importancia; ayer comprobé tu extensa experiencia en este tipo de situaciones.

La forma de recalcar el adjetivo hizo que Hinata enrojeciera hasta la raíz del cabello, lo que la hizo ponerse todavía más molesta y aumentó sus ganas de decirle algo que le hiriese.

—Bueno, puede que no te lo creas, pero no es la primera vez que me enfrento a una situación parecida, aunque debo reconocer —añadió condescendiente— que no besas del todo mal.

Al oírla el cuerpo de Kakashi pareció perder algo de su rigidez. Cruzó los brazos sobre su pecho y la miró con expresión divertida.

—Vaya, muchas gracias. Viniendo de ti es todo un cumplido.

—Sí, será mejor que lo atesores —se encogió de hombros con fingida indiferencia—, porque no creo que vaya a decirte muchos más. Y ahora, si ya has terminado, me retiró.

Kakashi se puso serio de nuevo. Dio unos pasos hacia ella y extendió la mano.

—¡No se te ocurra volver a tocarme!

Él se detuvo en seco y dejó caer la mano. Notó las leves sombras oscuras bajo los ojos perlados, signo evidente de que sus sueños no habían sido plácidos. Le disgustó ver el rastro de temor que asomaba en su expresiva mirada y, una vez más, se sintió culpable.

—Hinata—dijo con esa voz envolvente que la aturdía—solo quiero que sepas que siento lo ocurrido.

Kakashi carraspeó un par de veces, como si estuviera incómodo.

—Reconozco que, por unos instantes, perdí el control, pero te prometo que no volverá a suceder. Puedes estar tranquila. Tu padre te dejó a mi cargo y no voy a traicionar su confianza. ¿Paz y amor? —preguntó con su irresistible sonrisa oculta bajo la máscara, tendiéndole de nuevo la mano.

Hinata sintió que se sonrojaba una vez más; se estaba convirtiendo en una lamentable costumbre, pero es que algo en Kakashi Hatake le provocaba extrañas emociones que escapaban a su control. En silencio, estrechó su mano y le sonrió con calidez. Él se quedó muy quieto, con los ojos clavados en sus labios, luego dio un paso atrás y Hinata, aliviada, volvió a respirar con normalidad.

—Iré a dar un paseo con Pakkun.

—Perfecto —asintió Kakashi— cuando vuelvas, tendrás esperándote una deliciosa comida.

—¡No puedo esperar! —Palmoteó con aparente entusiasmo—. Me pregunto qué será: ¿estofado de lata o lasaña congelada?

Kakashi soltó una carcajada que acentuó las pequeñas arrugas que se formaban en las comisuras de sus ojos, y ella lo encontró tan atractivo que le dieron ganas de gritar.

—Se equivoca señorita Hyūga. Esta vez le prepararé la especialidad de los Hatake: unos deliciosos onigiris, rellenos de cosas misteriosas y deliciosas, cuyo secreto no revelaría ni aunque me sometieran a terribles torturas.

—¡Dios mío!, se me hace la boca agua solo de pensarlo. No sé si podré soportarlo. —Hinata se puso la cazadora sin dejar de reír—. Vamos, Pakkun, será mejor que nos vayamos, no sea que descubramos ese enigmático secreto transmitido de generación en generación.

El perro lanzó un alegre ladrido y salió de la casa detrás de ella.

Una vez a solas, a Kakashi se le borró la sonrisa de los labios y se pasó la mano por la frente en un gesto de preocupación. Cumplir su palabra le iba a costar más de lo que había pensado. Por un momento, había tenido que contenerse para no inclinarse sobre ella y besarla de nuevo. Esa chiquilla le estaba volviendo la cabeza del revés.

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Los días volvieron a su agradable rutina. La tesis doctoral avanzaba muy bien y, aunque apenas llegaban noticias significativas desde Konoha, Hiashi insistía en que Hinata siguiera escondida unos meses más.

Hinata entraba y salía cuando quería con un grupo de jóvenes, entre los que se encontraba Naruto, sin que Kakashi se negara. Lo cierto era que no podía decir que se aburriera; sus días estaban llenos, y trabajar en su tesis le aportaba una gran satisfacción.

Con respecto a el Hatake, seguían reuniéndose a la hora de comer y ambos parecían disfrutar de su mutua compañía. Las comidas resultaban agradables y divertidas, aunque bajo esa capa de aparente placidez discurría una corriente de tensión permanente.

Él había cumplido su promesa y no había vuelto a tocarla pero, en algunos momentos, Hinata notaba que entre ellos surgía una tirantez casi insoportable. Sin embargo, otras veces pensaba que solo eran imaginaciones suyas. Kakashi seguía tan impasible como de costumbre y, a pesar de que a menudo lo sorprendía mirándola, de su expresión no podía deducirse que la observara con ningún interés especial.

Esa mañana, terminaron de comer en amigable compañía y empezaron a recoger los platos. Hinata acababa de fregar una cazuela y, al volverse para coger un paño, se chocó contra Kakashi, que en ese momento metía los platos en el lavaplatos. Él se apresuró a sujetarla con firmeza por los brazos y para Hinata fue como recibir una descarga. El hormigueo de su piel persistió durante un buen rato después de que la hubiera soltado y, cuando por fin finalizaron la tarea, la electricidad acumulada en el ambiente le impedía respirar con normalidad.

Incapaz de aguantar esa tensión por más tiempo, dejó el libro que simulaba leer encima de la mesa, se puso la cazadora y, sin decir una palabra, salió de paseo con el móvil en la mano.

Durante las semanas transcurridas en la casa, había obedecido la orden de Kakashi de no ponerse en contacto telefónico con ninguno de sus amigos. A pesar de que el intercambio de correos electrónicos con algunos era continuo, ese día experimentó una necesidad de escuchar una voz amiga.

Decidió que lo de Kakashi rozaba la paranoia, así que marcó el número de Toneri. En los últimos meses, Toneri y ella se habían hecho muy amigos, tal vez en algún momento él había llegado a pensar que eran algo más, pero Hinata nunca lo consideró así. Era cierto que Toneri no gozaba de buena reputación, sin embargo, Kakashi había exagerado, y mucho, al acusarlo. Cuando le conocías un poco, Toneri era un muchacho tierno y divertido.

—¡Hinata! ¿Eres tú de verdad? —Escuchar una voz familiar, la reconfortó de inmediato.

—Toneri, qué alegría oírte de nuevo.

—¿Se puede saber dónde te has metido todos estos meses?

—Estoy haciendo un tour con unas amigas por varios lugares—respondió con vaguedad—.Les prometí que las acompañaría después del verano.

—Pues podías haber avisado.

—Lo siento...

—No, no te disculpes.

—¿Qué tal las cosas por Konoha? Cómo echo de menos el ambiente, la comida y, sobre todo, el clima. Este clima del país del rayo va acabar conmigo.

«¡Oh no!», se mordió el labio inferior, consciente de que acababa de meter la pata.

—Te has perdido una de las mejores fiestas de la temporada. Te hubieras reído un montón.

Toneri contestó a su pregunta con naturalidad. Por fortuna, no parecía haberse percatado de nada.

Siguieron charlando durante más de media hora, hasta que Hinata no tuvo más remedio que despedirse.

—Adiós, Toneri, te echo de menos. Un beso.

Cuando colgó, se preguntó preocupada si debía confesarle a Kakashi su pequeño desliz.

Después de pensarlo un rato, resolvió que no tenía importancia. El país del rayo era grande y no creía que nadie fuera a molestarse en averiguar en cuál de esos pueblos perdidos se había refugiado. No quería que Kakashi se enterara de que había desobedecido sus órdenes; presentía que no iba encontrarlo nada gracioso.

Cuando volvió del paseo, vio el coche de Naruto aparcado delante de la casa.

—¡Hola, Hinata! Tengo una gran noticia –anunció en cuanto entró, y sus ojos se posaron en el rostro de la joven, enrojecido por el ejercicio, como una caricia.

Kakashi, sentado en el sofá, observaba la escena sin perder detalle.

—¡Hola, Naruto! Qué sorpresa, no esperaba verte por aquí. ¿No habíamos quedado en el bar?

—Esta noticia no es de las que pueden esperar. Mi padrino Jiraiya, ya te hablé de él ¿recuerdas?, el de la casa de piedra de la colina. —Hinata asintió con la cabeza—. Todos los años por estas fechas celebra una gran fiesta y están los dos invitados. Es un baile, y viene gente de todos los lugares. Es uno de los eventos sociales más importantes de la temporada. Siempre resulta un gran éxito. ¡Tienen que venir, de veras!

—Por supuesto, Naruto—Hinata sonrió con entusiasmo—estaré encantada.

—No sé si es una buena idea... —La voz de Kakashi llegó desde el sofá como un jarro de agua fría.
—Muchas gracias por la invitación Naruto, pero Hinata y yo tenemos que discutirlo a solas.

Su tono era tan razonable y calmado, que a Naruto no pareció sorprenderle el hecho de que una mujer, hecha y derecha, tuviera que debatir con su tío si acudía o no a una fiesta.

—Está bien —lanzó un suspiro que encerraba una cierta desilusión—los dejo para que lo hablen, pero de verdad Hinata, espero que puedas venir.

—Yo también lo espero. Gracias Naruto, te veo luego.

En cuanto se cerró la puerta detrás de su amigo, Hinata se volvió hacia Kakashi con ojos desilusionados.

—¿Que ha sido todo eso?

—No me parece seguro que acudas a esa fiesta.

—Es un baile ¿Qué puede pasar?

Aunque el semblante del Hatake resultaba insondable, de nuevo apareció ese pulso delator a un lado de su boca. Sin embargo, cuando habló, su tono permaneció inalterable:

—Te recuerdo que, pese a que tú sigues tomándote esta situación como si fuera una broma, corres peligro de ser víctima de un secuestro a manos de la mafia internacional. Según tengo entendido, a esa fiesta acude mucha gente que quizá podría reconocerte; tu foto ha salido en numerosas ocasiones en revistas de sociedad.

—Eso sería demasiada coincidencia. Por favor, Kakashi —le rogó—. Será un cambio. Llevamos encerrados en esta casa casi dos meses. Bueno —puntualizó—, tú has viajado a Konoha y los alrededores todas las veces que te ha dado la gana, mientras que yo...

Se detuvo y lo miró con ojos suplicantes.

—Solo esta vez, Kakashi, por favor...

Contempló el bello rostro alzado hacia él, las manos con las palmas juntas en actitud implorante y, por una vez, Kakashi Hatake cedió, a pesar de que en su interior sabía que era un error.

—No tienes nada que ponerte.

Hinata se dio cuenta de que lo había logrado y, con una carcajada, se arrojó en sus brazos y lo besó en la mejilla. De pronto, recordó que ese hombre no era su padre, al que solía premiar de esa manera cuando sucumbía a sus deseos, por lo que se apartó a toda prisa, pese a que él no se había movido.

—Las mujeres siempre nos las ingeniamos.

—Ya veo.

Kakashi apenas podía apartar la vista de su rostro. Todo en ella reflejaba el deleite que experimentaba. Nunca había conocido a una persona capaz de transmitir sus emociones con esa fuerza. Cuando Hinata Hyūga estaba animada, parecía iluminarse con un resplandor interior.

Como si despertara de un hechizo, se dio cuenta de que aún mantenía los brazos extendidos a lo largo del cuerpo y los puños apretados. Era todo lo que había podido hacer para contenerse y no estrecharla entre sus brazos y besarla hasta cortarle la respiración.

—Llamaré a Naruto—anunció excitada, ajena por completo a lo que pasaba por la cabeza masculina.

—Naruto, he logrado convencer a mi tío —le guiñó un ojo a Kakashi, que escuchaba la conversación a su lado—. No me has dicho la fecha de la fiesta. ¡Pasado mañana! Oh, tengo que hacer muchos preparativos.

—...

—¿Enserio? —tapó el transmisor del teléfono para susurrar—: Mi querido tío, ¿me permites que vaya mañana de compras al centro de la nube con Naruto?

Kakashi se encogió de hombros. No le gustaba la idea, pero había dado su consentimiento para el baile —de lo que ya se estaba arrepintiendo— y no tenía sentido negarse. Hinata interpretó su gesto como un «sí».

—Perfecto, Naruto. Será mejor que no salgamos esta noche. ¿A qué hora pasarás a recogerme mañana?

— ...

—Genial. ¡Nos vemos!

Sonriente, colgó y se volvió hacia Kakashi.

—Esto requiere una celebración. Voy a prepararte una deliciosa cena como no la vas a volver a probar en tu vida.

—¿Eso quiere decir que cuando acabe tu encierro, no volverás a invitarme a comer?

—Te prometo que si algún día pasas por Konoha, no tienes más que llamarme y correré a buscar mi delantal y mi libro de recetas —contestó alegre, mientras sacaba los ingredientes necesarios de la nevera.

La cena, resultó exquisita. Mucho más tarde, cuando estaban recostados en el sofá frente a la chimenea saboreaban el resto del vino que quedaba en sus copas, Kakashi comentó:

—Cuando no estés, te echaré de menos. Me estás malacostumbrando con estos platos deliciosos.

—Qué cierto es el dicho ese de que a los hombres se les conquista por el estómago... —respondió Hinata.
Adormilada por efecto del vino se acurruco más en la manta. — Quizá deberías ir pensando en casarte. No puedes pasarte el resto de tu vida como un lobo solitario, comiendo estofado de lata.

—¿Te estás proponiendo para el puesto?

Hinata sentía los ojos de Kakashi clavados en su rostro pero, por una vez, se encontraba relajada, y notaba que los párpados comenzaban a pesarle.

—¡No, claro que no! Nosotros somos muy diferentes y presiento que a ti te gustan las mujeres con más carácter.

Kakashi decidió no responder y permaneció observando las llamas en silencio.

El calorcito del vino sumado al del fuego hicieron que los músculos de Hinata se aflojaran más y más, hasta que se quedó profundamente dormida.

En cuanto Kakashi se percató de que Hinata se había quedado dormida, sus facciones se relajaron. Recordó como Hinata le había rogado para conseguir salirse con la suya, y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Lo único que se merecía esa niña mimada era alguien que se atreviera a darle unos buenos azotes como escarmiento; él mismo se habría encargado muy a gusto de la tarea, si no fuera porque se había enamorado de ella como un idiota.

«Soy un estúpido», se dijo.

Por su vida habían desfilado muchas mujeres y ninguna había hecho que su pulso se acelerara ni una cuarta parte. Hacía años que había llegado a la conclusión de que, pese a ser un hombre con los apetitos normales de su sexo, su temperamento era frío.

Durante las últimas semanas, esas conclusiones habían saltado por los aires y los pedazos se habían esparcido en todas las direcciones. La necesidad de contener la pasión que le inundaba cuando estaba con Hinata estaba poniendo a prueba toda su fuerza de voluntad.

Se pasó una mano por la frente para alejar esos pensamientos y se inclinó sobre ella.

—Hinata—susurró, sacudiendo su hombro con cuidado —despierta...

La joven se limitó a murmurar algo y se envolvió un poco más en la manta.

Al verla, Kakashi movió la cabeza con una sonrisa resignada. Entonces, la cogió en brazos, subió con ella la empinada escalera y la depositó con delicadeza sobre el colchón. A pesar del movimiento, Hinata no se despertó. Kakashi le quitó las botas y le aflojó el cinturón con cuidado de no despertarla. Después, la cubrió con las sábanas y se sentó a un lado de la cama.
Muy despacio, apartó un mechón de suave pelo azulado de su mejilla y se inclinó para depositar un leve beso en sus labios. No estaba preparado para la puñalada de deseo que le atravesó de lado a lado. Se apartó en el acto, se levantó y salió del dormitorio cerrando la puerta a su espalda.


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