viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 04

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Hinata se despertó con un fuerte dolor de cabeza y maldijo el vino que había bebido durante la cena. Permaneció un buen rato bajo el chorro caliente de la ducha mientras imágenes de la noche anterior estallaban como flashes en su cerebro. Si era sincera consigo misma —y casi siempre lo era—, debía reconocer que, pese a considerar a Kakashi Hatake como uno de los tipos más misteriosos de la creación, había una parte de ella que se sentía fuertemente atraída hacia él, al menos en un sentido físico. Si pretendía salir ilesa de la situación, tendría que andarse con cuidado y no subestimar a ese hombre. No consentiría que volviera a humillarla de nuevo. Como si un plan de batalla se desplegara ante sus ojos decidió que, aunque le rechinaran los dientes solo de pensarlo, debía cambiar de actitud... no ser tan ingenua.

Terminó de secarse el pelo y se hizo una coleta que dejó colgar a un lado de su rostro.

Bajó las escaleras tarareando una canción. Kakashi estaba sentado a la mesa de la cocina tecleando en un portátil.

—¡Hola, Kakashi! Precioso día, ¿verdad? —exclamó con entusiasmo, a pesar de que las densas nubes grises que se veían al otro lado de la ventana no auguraban nada bueno.

Él aludido levantó la cabeza y se quedó observándola con esa expresión indescifrable en los ojos, que a Hinata le daba ganas de gritar.

—Pareces muy contenta esta mañana.

Hinata se encogió de hombros.

—Bueno, he estado pensando. Ya que parece que tendremos que permanecer juntos en esta casita por tiempo indefinido, sería preferible que nos lleváramos bien, ¿no crees?

Él siguió mirándola sin contestar, pero Hinata no estaba dispuesta a rendirse.

—Siento lo de ayer, creo que bebí más de la cuenta. ¿Paz y amor? —Le tendió la mano con una cálida sonrisa.

—Paz y amor. —Kakashi se la estrechó en un apretón, fuerte y cálido, que le provocó un calambre que le subió desde la muñeca hasta el codo.

«¡Por Dios!» se dijo Hinata, abriendo y cerrando los dedos. «¡Esto no es normal!».

Con esfuerzo, apartó de su mente esas sensaciones que amenazaban con distraerla.

—A modo de ofrenda de paz, hoy voy a preparar yo la comida. Creo que te vendrá bien descansar de tanta lata y plato preparado; no puede ser bueno para tu colesterol.

—Me abruma que te preocupes por mi humilde salud.

Kakashi esbozó una mueca irónica, que a ella le molestó, ya que estaba tratando de llevar bien las cosas. Sin embargo, Hinata prosiguió sin borrar la sonrisa de su boca:

—Iré al pueblo a hacer las compras. Así podrás trabajar tranquilo. ¡Ven conmigo, Pakkun!

Hinata abrió la puerta y el perro la siguió pisándole los talones. Condujo con cuidado hasta el pueblo. A pesar del día gris y ventoso, el paisaje de las colinas, de un color verde húmedo, le robó el aliento. Al llegar, aparcó delante de la tienda de comestibles. En su interior tan solo había un par de personas que la saludaron amables e incluso se pararon a charlar un rato con ella. La variedad de frutas y verduras no tenía nada que ver con la del mercado al que ella iba de vez en cuando en Konoha, pero tendría que arreglárselas.

Cogió una barra de pan moreno y una botella de vino de Rioja que encontró en uno de los estantes y lo añadió al resto de sus compras.

Cuando consiguió todo lo que necesitaba, se subió de nuevo al coche y, cantando una alegre canción, acompañada por algún que otro ladrido de Pakkun, volvió a la casita.

En cuanto detuvo el motor del vehículo, Kakashi salió afuera y se acercó para ayudarla a descargar las bolsas.

—Has comprado un montón de cosas —comentó, cargando con todo.

—Bueno, es que esta mañana vi lo que guardas en la nevera y me entraron ganas de llorar.

—¿Quieres que te ayude con algo?

—No es necesario, gracias, será mejor que sigas con lo que estabas haciendo. Dos personas en esta pequeña cocina no harían más que estorbarse.

Kakashi Hatake se sentó de nuevo frente al ordenador, pero no podía apartar los ojos de ella. Era un placer verla moverse de manera tan eficiente por la cocina; en un abrir y cerrar de ojos cortó las verduras en pequeños trozos con la habilidad de un chef y puso una olla al fuego con aceite de oliva y otros misteriosos ingredientes. En un momento dado, descorchó la botella de vino y sirvió dos copas. Le tendió una a Kakashi y siguió con sus preparativos.

Este, incapaz de concentrarse de nuevo en su trabajo, se limitó a observarla fascinado.

—¿Puedo preguntarte cuál es el menú?

—Puedes. Hoy comeremos de primero ensalada verde con queso y a continuación pescado a la plancha, mi especialidad, acompañado de puré de papa con queso parmesano y para finalizar, una ensalada de frutas.

—Suena delicioso, ¿seguro que no quieres que te ayude?

—Si te empeñas, después podrás recoger los platos.

—Trato hecho.

Continuaron charlando durante todo el tiempo que duraron los preparativos, con el perro echado a sus pies. El ambiente de la comida resultó muy agradable, los temas de conversación fluían sin dificultad y, tras finalizar el postre, Hinata se dio cuenta que había disfrutado con su compañía.

Kakashi era un hombre interesante, con un sentido del humor un poco seco que la hacía reír a menudo.

—No sé si seré capaz de levantarme para recoger los platos. —Kakashi se golpeó el estómago con expresión satisfecha.

«Desde luego», pensó Hinata.

El hombre comía como una piraña, aunque cualquiera que viera su vientre, plano como una tabla, no lo creería. Había repetido de cada plato, incluido el postre.

—Kakashi, he de decir que has rendido a mi comida el mejor tributo que una cocinera pudiera desear.

—Muchas gracias, Hinata. He de decir que eres una joya: divertida, cocinas de maravilla y encima eres preciosa... –afirmó, recorriéndola de arriba abajo con una mirada indescifrable.

Incapaz de adivinar si se reía de ella o no, Hinata notó que una ola de rubor le inundaba el rostro.

No entendía a qué venía tanto sofoco, se dijo enojada consigo misma; ese hombre le hacía sentirse como una tonta.

Gracias a Dios, en ese momento sonó su teléfono, lo que le sirvió para disimular su turbación.

—¡Papá! que alegría escucharte. Llevo aquí no sé cuántos días, pensé que no te preocupabas por mi.

— ...

—¿En buenas manos dices?

— ...

La chica miró de reojo a Kakashi, que fregaba una cazuela. No parecía que escuchara la conversación, pero quiso ponerlo a prueba.

—¿No había un tipo más agradable que pudieras enviar?

Ni un pestañeo. Kakashi siguió con los cacharros como si nada.

— ...

—Me gustaría saber cuánto va a durar esto...

— ...

—Está bien, papá, pero quiero que sepas que no estoy muy cómoda, te extraño, tu también cuídate, adiós. —triste, colgó el teléfono.

—¿Alguna noticia? —preguntó el Hatake.

—No, no hay novedades. Parece que vamos quedarnos aquí durante una larga temporada.

—Ahora que he descubierto que eres tan buena cocinera, no me importa tanto...

Hinata lo miró confundida y, olvidando su plan de llevar las cosas tranquilas, soltó un suspiró y se fue a su habitación, subiendo de dos en dos los escalones.

—Uno, dos...

El portazo no se hizo esperar. Con una sonrisa en los labios, Kakashi siguió recogiendo los restos de la comida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario