viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 13

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Kakashi no supo qué era lo que le había despertado hasta que volvió a oírlo una vez más. El grito de angustia que atravesó las paredes terminó de espabilarlo y, al instante, comprendió que Hinata debía estar siendo víctima de una pesadilla. Descalzo y vestido solo con los pantalones del pijama, corrió a su dormitorio.

Entró sin llamar y encendió la lámpara que estaba sobre la mesilla. Hinata movía la cabeza de lado a lado de la almohada con violencia, mientras trataba de apartar la pesada colcha con las manos, que parecía asfixiarla.

—¡No! ¡No! —gritó de nuevo. Tenía las mejillas empapadas de lágrimas.

Kakashi la agarró por los hombros en un intento de inmovilizarla y le habló con suavidad:

—Tranquila, Hinata, despierta. Solo es una pesadilla.
Pero ella siguió retorciéndose con los ojos cerrados sin dejar de gritar.

—¡Suéltame! ¡Suéltame!

—¡Hinata, despierta! —Su tono firme y sereno se filtró al fin en su cerebro, y Hinata abrió los párpados sobresaltada.

Al ver que un individuo la sujetaba con firmeza, con el rostro casi pegado al suyo, asomó a sus ojos una mirada de terror descarnado que lo alarmó muchísimo.

—Tranquilízate, Hinata, soy yo, Kakashi.

—Kakashi... —Por fin la joven empezó a asimilar sus palabras—. ¡Kakashi!

Se arrojó sobre él y, abrazándose con fuerza a su cintura, apoyó la mejilla empapada contra su torso desnudo.

—Dios mío, Kakashi, pensé que... Notaba sus manos por todo mi cuerpo... Estuvo a punto de... Por un momento creí que tú...

—Chist —la mandó callar con dulzura y apoyó el rostro sobre el pelo fragante mientras su mano subía y bajaba por su espalda en una caricia tranquilizadora—. Hinata, estás a salvo. Ese tipo ya no podrá hacerte daño. No debes tener miedo.

Las palabras y sus caricias hipnóticas actuaron como un bálsamo. Hinata fue tranquilizándose poco a poco y, cuando volvió a hablar, ya no le temblaba tanto la voz:

—Kakashi, no quiero que te vayas. No quiero que me dejes sola esta noche —suplicó, frotando su cara contra su pecho cada vez que pronunciaba la palabra no.

—Hinata, eso es imposible.

—¡Te necesito! Quiero que te quedes aquí esta noche. Quiero... q-que hagamos el amor.

—¡Hinata, no sabes lo que pides! —Sin darse cuenta, Kakashi la apretó más fuerte—. No eres tú misma; es la reacción al trauma de haber estado a punto de ser violada lo que habla por ti. No voy a aprovecharme de tu debilidad.

—No, Kakashi, te juro que soy perfectamente consciente de mis actos. —Hinata levantó la cabeza y se enfrentó a él con expresión decidida—. Cuando Toneri estaba sobre mí en aquel horrible lugar, me atormentaba pensar que iba ser el, arrastrado por el odio y la lujuria, el primero en poseer mi cuerpo. Pensé en las dos veces que tú y yo estuvimos a punto de hacer el amor y podría haberme dado de cabezazos contra la pared por haber desperdiciado la ocasión. Quiero que seas tú el primero; sé que me harás disfrutar, sé que borrarás las huellas que el contacto repugnante de ese tipo dejó sobre mi cuerpo —afirmó con seguridad—. Si permito que el tiempo pase sin tratar de superar la impresión que me dejó el intento de violación, acabaré alzando nuevas barreras y quizá nunca llegue a conocer lo que es estar con otra persona. Quiero que seas tú, kakashi, mi primer hombre. Te necesito esta noche. Te juro que será solo esta noche...

Una oleada de deseo lo recorrió de la cabeza a los pies al escuchar aquella apasionada súplica. A pesar de todo, con un esfuerzo titánico, trató de sobreponerse a la debilidad que amenazaba con arrastrarlo.

—No, Hinata, no puedo hacerlo. Por mucho que lo desee, si me aprovecho de las circunstancias no podría perdonármelo. Un día te enamorarás de verdad de alguien y debes reservarte para él. Créeme, algún día me agradecerás que te haya dicho que no.

Sabía que no sería justo hacerle el amor en esas circunstancias. Hinata llevaba varios meses viviendo lejos de todo lo que le era querido y cercano, con él casi como única compañía. Y a todo eso había que sumarle la experiencia traumática del secuestro y la liberación. No era la primera vez que veía una reacción similar. Ya le había ocurrido en otras ocasiones con otras personas a las que había protegido.

Kakashi creía que Hinata había desarrollado un síndrome parecido. Ella ya no lo veía como a un hombre, sino como a su protector; la única persona en el mundo capaz de hacerla sentir a salvo. Lo que en realidad necesitaba en esos momentos era alejarse de él, retomar su vida donde la había dejado y, de esa forma, recobrar su autoestima y la seguridad en sí misma.

A Hinata no se le había escapado la inconfundible excitación sexual que se había apoderado del cuerpo masculino. Consciente de que Kakashi la deseaba tanto como ella a él y que lo único que lo detenía eran sus escrúpulos; decidió que, aunque solo fuera por esta vez, ese hombre sería suyo. Resuelta a hacer realidad su sueño, se apretó contra él y comenzó a derramar una lluvia de besos sobre su cuello, sus hombros, su pecho...

Kakashi se quedó muy quieto bajo sus caricias y notó que su respiración se hacía cada vez más trabajosa. Satisfecha al comprobar que su poder sobre él era tan fuerte como el que él mismo ejercía sobre ella, prosiguió con su plan de seducción y beso el pecho masculino sin dejar de acariciar la piel de sus costados con las yemas de los dedos.

Kakashi se estremeció, impotente; se sentía incapaz de seguir luchando consigo mismo. La única mujer a la que había amado en su vida le estaba pidiendo —más bien suplicando— que la hiciera suya. Habría tenido que ser un superhombre para negarse a hacer lo que más deseaba en el mundo. Con un suspiro que confirmó su rendición, enredó los largos dedos en la sedosa melena y atrajo su boca hacia la suya. En ese mismo instante, se juró a sí miso que haría de este un momento inolvidable para Hinata. Aunque no pudiera confirmarle el amor que sentía por ella con palabras, lo expresaría a través de sus manos, de su boca, de todo su cuerpo.

La descarga eléctrica que los recorrió a ambos cuando sus bocas se encontraron con los labios entreabiertos fue la confirmación de que su pasión —esa tensión sexual casi insoportable que habían experimentado desde el principio— era una fuerza irresistible que los había conducido hasta ese momento preciso; el momento de fundirse en un solo cuerpo.

Las manos de Kakashi recorrieron todo su cuerpo tocando, rozando, probando..., hasta que Hinata pensó que todas las partículas de su ser se consumirían en esa llamarada abrasadora. Con suavidad, Kakashi la obligó a tenderse de espaldas sobre la cama y comenzó a desabrocharle con lentitud los botones de la camisa del pijama. Muy despacio, le sacó una manga sin dejar de besar al mismo al tiempo la tersa piel de su hombro. Después, con ese mismo ritmo pausado, repitió la maniobra con la otra manga.

A la escasa luz de la lámpara de la mesilla, que ninguno de los dos se había molestado en apagar, Kakashi contempló fascinado los bellos pechos desnudos que se alzaban. Con cuidado de no aplastarla con el peso de su cuerpo, se tumbó sobre ella y empezó a lamerlos con deleite, como un hombre al que hubiesen privado de alimento durante mucho tiempo. Hinata se arqueó contra él y echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados; una corriente de fuego líquido viajó desde sus senos hasta más abajo de su vientre. Pero, pese a que el placer resultaba casi insoportable, sus manos tampoco permanecieron ociosas y recorrieron el cuerpo masculino de arriba abajo, al principio algo tímidas y mucho más atrevidas según transcurrían los minutos.

Kakashi sentía que iba a estallar. Todo su ser le pedía tomarla de una vez y descargar dentro de ella la pasión acumulada durante tantos días, pero se contuvo. Estaba decidido a hacer de esa noche algo memorable, que perdurase en el recuerdo de la joven aunque no volvieran a verse jamás.

Deseaba que el placer borrara para siempre de su mente cualquier temor que pudiera albergar.

—Kakashi... —Hinata pronunció su nombre en un gemido. El tacto de esos dedos hábiles amenazaba con llevarla a la locura.

Pero él no estaba dispuesto a apresurarse, así que terminó de desnudarla con lentitud y, durante unos segundos, contempló lleno de admiración ese cuerpo suave y cálido, tan tentador, que se adaptaba al suyo como una segunda piel.

Hinata abrió los párpados que había mantenido cerrados todo el tiempo y en un tono sensual, que él no le había oído antes, comentó:

—Espero que a mí también me esté permitido mirarte...

Kakashi lanzó una carcajada ronca y con un rápido movimiento se deshizo de los pantalones del pijama y se plantó frente a ella sin otro atavío que su irresistible sonrisa torcida. Los ojos perlas se deslizaron por el cuerpo atlético; acariciaron el torso de músculos firmemente esculpidos y el vientre plano, sin un gramo de grasa, antes de detenerse con curiosidad sobre su esencia varonil. Luego siguieron su recorrido por las piernas bien tonificadas. Satisfecha, se dijo que era el ejemplar de hombre más bello que había contemplado en su vida.

—¡Eres guapísimo!

Kakashi rió divertido.

—Tú sí eres perfecta.

Una vez más, se tendió sobre ella y apoyó el peso de su cuerpo sobre los antebrazos. Despacio, deslizó la mano entre sus piernas y, complacido, notó la delatora humedad que revelaba la excitación de la joven. Con la misma delicadeza, trazó una serie de círculos en el centro mismo de su ser con el pulgar, llevándola casi hasta el delirio. Incapaz de resistir más y sabiendo que Hinata ya estaba lista para recibirlo, le separó las piernas, se colocó entre ellas y con mucho cuidado empezó a empujar.

Hinata se quedó muy quieta, toda su atención concentrada en esa invasión de su cuerpo. Cuando la barrera de su virginidad se interpuso, Kakashi presionó con suavidad hasta derribarla. Por primera vez, sintió una punzada de dolor, pero él, consciente de que se había quedado rígida debajo de su cuerpo, se detuvo y dejó que se calmara.

—Ahora no dolerá más –prometió, al tiempo que esparcía una lluvia de besos ligeros y exquisitos a lo largo de su garganta.

En cuanto notó que ella se relajaba un poco, continuó avanzando con lentitud hasta introducirse de lleno en su interior. Por unos segundos se quedó muy quieto para darle tiempo a acostumbrarse a esa nueva sensación, pero enseguida empezó a mecerse hacia adelante y hacia atrás sin salir nunca del todo, hasta que Hinata sintió que un anhelo de algo desconocido invadía todos los rincones de su ser. Siguiendo un instinto atávico, comenzó a moverse al mismo ritmo que él, pero no era suficiente; necesitaba tenerlo todavía más cerca. Sentirlo todo dentro de ella. Entrelazó las piernas en torno a las caderas masculinas y, segundos después, una marea irrefrenable los arrastró a ambos más y más lejos, subidos en olas de placer cada vez más altas, hasta que estas rompieron por fin, y los dejó tendidos en el colchón, jadeantes y sudorosos, abrazados el uno al otro como si no fueran a separarse jamás.

A Hinata le pareció que todas sus energías la abandonaban de repente.

—Gracias, Kakashi—fue lo único que logró susurrar contra su pecho, antes de sumirse en un sueño profundo.

Agotado y, al mismo tiempo, increíblemente satisfecho, Kakashi se echó a un lado por temor a aplastarla con su peso, aunque sin soltarla en ningún momento. Apartó unos mechones húmedos del precioso rostro femenino y se quedó escuchando la respiración regular. Sintió que una inmensa paz le invadía; en ese momento, no tenía dudas ni le asaltaban los remordimientos. Sabía que todo eso llegaría con la luz del día, pero esa noche se limitaría a disfrutar de la maravillosa unión que juntos habían alcanzado.

—Te amo —le susurró al oído.

La estrechó aun más fuerte entre sus brazos y, pese a que trató de retrasarlo todo lo posible, enseguida se quedó dormido.


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