viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 07

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

El día de compras resultó todo un éxito. Hinata compró un abrigo y unos cuantos pares de medias, un libro, algo de música y, siguiendo un impulso, también le compró a Kakashi un elegante traje negro. Al terminar, se reunieron con unos amigos de Naruto para comer, y el plan resultó muy divertido. Cuando mucho más tarde regresaron a casa de Kakashi, Hinata estaba cansada pero satisfecha.

—Hasta mañana Naruto, nos vemos en la fiesta. Muchas gracias por todo, la he pasado fenomenal.

Naruto le dijo adiós agitando la mano. Desde la primera noche en que se despidió de ella con un beso, no había intentado besarla de nuevo.

Kakashi la esperaba con la cena lista. Con las mangas de la camisa —de un tono oscuro que acentuaba el color de su piel— arremangadas hasta el codo y un delantal cubriéndole los pantalones, a Hinata le pareció el hombre más irresistible del mundo.

—No puedes imaginarte todo lo que he comprado —anunció, al tiempo que ponía las bolsas encima del sofá—. Claro, después de llevar más de dos meses encerrada en este lugar, sin la posibilidad de visitar más tienda que el supermercado del pueblo, necesitaba unas cuantas cosas.

Se quitó la cazadora y la acomodó encima de todo lo demás.

—Esto es para ti —Le tendió uno de los paquetes, expectante.

—¿Para mí? —Los labios masculinos dibujaron esa escondida sonrisa ladeada, bajó la máscara que siempre le provocaba un burbujeo en el estómago.

Hinata observó los largos dedos mientras abría el paquete, recordando cómo a ella también la había tocado de esa manera, delicada y concienzuda a la vez. Estremecida, movió la cabeza con firmeza, en un intento de apartar esos inoportunos pensamientos.

—¡Hinata, es muy bonito! Muchísimas gracias.

—¿Te gusta de verdad?

—Creo que un regalo como este hay que agradecerlo como se merece.

Antes de que ella pudiera reaccionar, él se inclinó, depositó un beso ligero en la comisura de su boca y se apartó en el acto, dejándola con un intenso sentimiento de frustración.

Fingiendo que no pasaba nada, Hinata continuó charlando muy animada durante la cena y, en cuanto terminaron, le dio las buenas noches y subió a su cuarto.

Tumbada en la cama con las manos cruzadas detrás de la nuca, recordó la impresión que se había llevado esa mañana al darse cuenta de que estaba vestida bajo las sábanas.

«Bueno», se dijo, «mucho mejor que si le hubiera dado por desnudarme, ¿no?».

Solo de pensarlo, una oleada de sangre caliente inundó sus mejillas. La había subido en brazos hasta su cuarto, lástima que ella, dormida como estaba, ni siquiera se dio cuenta. Debía reconocer que le parecía un desperdicio haber dejado pasar la ocasión de sentirse de nuevo entre los brazos de Kakashi. No estaría enamorándose, ¿verdad?

Tonterías, solo era la convivencia y la novedad. Kakashi era un poco mayor que los chicos que acostumbraba a tratar, su trabajo resultaba un misterio y, además, le encantaba ese cuerpo alto y delgado y su cara de rasgos poderosos. Nunca nadie le había atraído tanto físicamente y, eso en sí, también resultaba toda una novedad.

Sin embargo, no era tonta y conocía de sobra ese dicho que hablaba de lo que les pasaba a los que jugaban con fuego...

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Hinata se arregló con esmero para el baile. Se recogió la melena recién lavada en un moño alto del que escapaban unas suaves ondas que caían a ambos lados de su cara. La tela del vestido largo, en tono morado, parecía acompañar el más mínimo de sus movimientos, produciendo un efecto etéreo.

Cualquiera podría haberla confundido con una ninfa de los bosques, si su rostro angelical no la hicieran asemejarse más bien a un ángel. Destapó un recargado frasco de cristal y se echó unas gotas de perfume en las muñecas y detrás de las orejas. Más que complacida con el reflejo que este le devolvía. Se dispuso a bajar.

Kakashi ya se encontraba de pie frente a las escaleras, la observó mientras bajaba los escalones muy despacio, con un aire de lo más especial.

—¿Me permite, señorita? —Se acercó a Hinata, cogió su mano derecha entre las suyas y se inclinó con elegancia, posando sus labios sobre el dorso, como un caballero de tiempos pasados—. Está usted bellísima esta noche, presiento que se convertirá en la reina del baile.

Con una risa nerviosa, Hinata se desasió con suavidad.

—Muchas gracias —dijo con una pequeña reverencia, al tiempo que recorría a Kakashi de arriba abajo con la mirada—. Usted también luce muy bien.

En efecto, el esmoquin negro se adaptaba a la alta figura a la perfección y la camisa del mismo color, resaltaba sus atractivos rasgos, tan masculinos. Su aspecto era tan distinguido, que Hinata no pudo evitar un suspiro; parecía el perfecto príncipe azul hecho carne, el sueño de cualquier muchacha romántica.

—¿Nos vamos?

—Espera, llevas la corbata un poco torcida. —Sin más, le deshizo el lazo de seda y, con sorprendente habilidad, la anudó de nuevo.

Para Kakashi el ligero roce de esos dedos suaves en su cuello era una tortura de la que no sabía si deseaba escapar. Tratando de tranquilizarse un poco, siguió conversando:

—Pareces muy experta en este tipo de corbatas.

—Lo soy, siempre me encargo de anudar la de mi padre cuando va a alguna fiesta. Ya está —terminó, dando un leve tirón para que quedara completamente recta—. Perfecta. –Admiró su obra satisfecha—. Ya podemos irnos.

Kakashi la ayudó a ponerse su abrigo nuevo. Él cogió el suyo y se lo colgó del brazo. Al llegar al coche le abrió la puerta del pasajero, galante.

La noche era fría y tranquila. Por una vez, la lluvia les daba un respiro y el cielo estaba punteado de estrellas. No les llevó más de media hora llegar a su destino. La avenida flanqueada de gigantescos árboles centenarios que conducía a la mansión estaba iluminada con hileras de antorchas que señalaban el camino. El lugar parecía salido de un cuento de hadas.

Sobre la ancha explanada de grava situada a un lado del edificio ya había numerosos coches aparcados en filas ordenadas.

Subieron la escalinata de piedra y fueron recibidos en la puerta por el anfitrión. Kakashi hizo las presentaciones y Hinata, le dio las gracias por la invitación.

—El gusto es mío Srta. Hatake. Naruto me ha hablado de su belleza y he de confesar que no exageró en lo más mínimo.

Hinata agradeció sus palabras con una sonrisa, se agarró del brazo de Kakashi y juntos entraron en el impresionante vestíbulo, alumbrado también por cientos de velas y candelabros, y adornado con bellísimos arreglos de flores. Se sentía encantada de hacer su entrada del brazo del hombre más apuesto de la reunión, pero su alegría duró poco. Apenas le había dado tiempo para asimilar el esplendor de la decoración cuando Karin, seguida de cerca por Naruto, se acercó a ellos.

—Ven —le ordenó a Kakashi, sin dirigir más que una fría sonrisa a Hinata—. Quiero presentarte a unas personas.

Pesarosa, Hinata soltó el brazo de su acompañante, pero un diablillo travieso la hizo ceder a un impulso repentino y dijo antes de que se alejara:

—Kakashi, recuerda que me prometiste bailar al menos una de las piezas conmigo.

—Por supuesto que no se me ha olvidado, Hinata.—Kakashi le siguió el juego con el rostro muy serio—. Quiero que me reserves el vals.

—Kakashi, siempre dices que tú no bailas —protestó Karin sorprendida.

—Hoy es una ocasión especial, karin.

Kakashi consiguió guiñarle un ojo a Hinata sin que Karin ni Naruto se dieran cuenta, y la sensación de felicidad que la había embargado hasta la aparición de la pelirroja regresó con fuerza.

Hinata estaba disfrutando mucho de la fiesta. El ambiente era majestuoso, la comida exquisita y, entre los invitados, había un montón de amigos de Naruto que enseguida la rodearon, impidiendo así que él la acaparará. Bailó hasta que le dolieron los pies. De vez en cuando veía pasar a Kakashi, que se detenía a charlar con unos y con otros, con Karin siempre pegada a sus talones. A pesar de todo, Hinata se sentía eufórica, sobre todo cuando notaba las pupilas de Kakashi clavadas en ella, lo que ocurría a menudo, pese a que, como de costumbre, era incapaz de adivinar lo que esos ojos ocultaban.

En un momento de la noche, se acercó a ella y, con una inclinación de cabeza, dijo:

—Señorita, creo que este es nuestro baile.

Las primeras notas de un alegre vals comenzaron a sonar. Kakashi apretó la mano derecha de Hinata con su izquierda y apoyó la otra en su cintura. Hinata , a su vez, posó la mano libre sobre el hombro masculino y comenzaron a deslizarse por la pista de baile, girando a una velocidad vertiginosa, envueltos por la maravillosa música. Lo último que esperaba Hinata era que Kakashi supiera bailar el vals, pero debía reconocer que era un magnífico bailarín que la guiaba sin aparente esfuerzo.

Hinata aspiró con deleite su familiar aroma a ropa limpia y a champú; podía percibir el calor de su cuerpo a pesar de que no la estrechaba más cerca de lo correcto. Las luces del amplio salón y las caras a su alrededor se volvieron borrosas, y solo fue consciente de los ojos de su pareja, que se sumergían en los suyos perlados.

Formaban una pareja espectacular, él alto y distinguido, enfundado en su esmoquin negro deslumbrante, y Hinata grácil y delicada, con el vaporoso vestido flotando en torno a ella.

—Bailas muy bien —afirmó Kakashi sin dejar vislumbrar el placer que le producía tenerla entre sus brazos, sintiendo la ligereza de su cuerpo esbelto adaptándose al menor de sus movimientos.

—Tú sí que bailas bien, Kakashi, me has sorprendido. No es lo que esperaba de un mercenario.

—Pensabas que solo era capaz de sacarle brillo a mi fusil.

—Y también a ese cuchillo que todos los mercenarios llevan oculto bajo el pantalón, por supuesto —bromeó Hinata, que parecía irradiar luz.

—Sí, reconozco que me molesta bastante al bailar —respondió Kakashi con buen humor.

Siguieron bailando en silencio, con todos los sentidos concentrados en disfrutar de ese momento mágico, pero el encanto acabó demasiado pronto y, al fin, las últimas notas de los violines se diluyeron en el aire. Por unos instantes, se quedaron quietos en la pista devorándose con los ojos, todavía con las manos entrelazadas.

—¡Hinata! —Una voz masculina los devolvió bruscamente a la realidad.

—¿Toneri?

—¡qué estupenda coincidencia!

—¿Qué haces aquí?

—Llegué ayer al país; vine de visita. Me alojo en casa de unos amigos que esta noche estaban invitados a la fiesta. ¡Qué maravilla encontrarte aquí!

El recién llegado le rodeó los hombros con un brazo y la besó en la mejilla. Hinata se quedó sin saber qué decir y miró a Kakashi, que lo observaba todo impasible, salvo por el leve temblor de ese músculo que ella ya identificaba como su termómetro emocional.

—Hinata ha venido unos días de visita, somos una rama lejana de la familia —intervino en ese momento—pero tiene pensado abandonarnos en breve. Unos compromisos la reclaman en otra ciudad.

—Lástima, pero yo también me iré la semana que viene. Tenemos que aprovechar esta noche, ¿eh, Hinata? –Sonriente, le dio un leve apretón.

Ella se limitó a devolverle la sonrisa y casi se alegró al ver que Karin se acercara hacia ellos.

—Qué lástima que ya no vayan a tocar más valses esta noche. Tienes que prometerme que el año que viene lo bailarás conmigo.

La mujer se colgó del brazo de Kakashi, dispuesta a no dejarlo escapar durante el resto de la velada.

—Vamos, Hinata, bebamos algo y divirtámonos. Tú y yo tenemos muchas cosas que contarnos.

Toneri deslizó su brazo por la cintura femenina y la condujo hacia el salón donde habían instalado la barra.

Kakashi apretó con fuerza la mano que mantenía oculta dentro del bolsillo del pantalón, mientras los veía alejarse.

A Hinata ni siquiera se le ocurrió pensar que la presencia de Toneri estuviera relacionada con la llamada telefónica de días atrás y, aunque pesarosa por la interrupción, decidió que ya habría otra oportunidad de bailar con Kakashi. Un corrillo de admiradores se formaba a su alrededor cada vez que abandonaba la pista de baile solicitándole otro más, por lo que al fin, cansada y muy acalorada, permitió que Toneri la acompañara al jardín a tomar un poco el aire. Hinata recogió el abrigo del guardarropa y se lo echó sobre los hombros. El aire helado de la noche despejó su cabeza.

Toneri iba a su lado algo tambaleante; daba la sensación de que había bebido más de la cuenta.
Caminaron hasta unos árboles que quedaban un poco más allá de la zona iluminada por las luces de la mansión, y Toneri rompió el silencio para preguntar con lengua estropajosa:

—Hinata, ¿por qué no nos fugarnos esta noche?

—Creo que has bebido más de la cuenta.

—Te estoy hablando en serio, Hinata, ¡te quiero!

—Será mejor que volvamos adentro.

—¡No iremos a ninguna parte! —afirmó con violencia, al tiempo que la sujetaba de los brazos con fuerza.

—Toneri, suéltame ahora mismo, me estás haciendo daño.

—Me debes una, Hinata, por largarte de Konoha sin decirme a dónde ibas. Me convertiste en el hazmerreír de todos. Un novio que no tiene ni idea de dónde demonios está su chica.

—Basta, Toneri. Nunca hemos sido novios y si no me sueltas ahora mismo dejaremos de ser amigos— amenazó la joven, tratando de conservar la calma.

Los ojos de él brillaron llenos de rabia.

—No deberías jugar conmigo, te arrepentirás. —Y sin más, aplastó su boca contra la de ella en un beso que le hizo daño.

Hinata se resistió con todas sus fuerzas, pero a pesar de estar borracho, él era mucho más fuerte y no consiguió soltarse. Empezaba a faltarle el aire cuando una mano de hierro apartó a Toneri con tanta fuerza que cayó sobre el césped húmedo.

—¡Me las pagarás! —Toneri se abalanzó sobre su atacante con la cabeza gacha, y lo embistió como un toro.

Fascinada, Hinata vio cómo Kakashi, con un suave y elegante movimiento, lo lanzaba de nuevo sobre la hierba. Luego se inclinó sobre él y, agarrándolo por las solapas del esmoquin, lo levantó hasta que las puntas de sus pies apenas rozaban el suelo.

—Desaparece y que no te vuelva a ver rondando cerca de Hinata.—ordenó Kakashi en un tono sedoso que la hizo estremecer. Luego lo soltó de un empujón, y Toneri se escabulló lo más aprisa que pudo.

—Gracias, Kakashi, yo...

—No quiero que me des las gracias —la interrumpió enfadado—. Lo que quiero es que me digas a quién más le has dicho dónde estabas.

—Te juro, Kakashi, que no se lo he dicho a nadie. Solo lo llamé una vez y se me escapó decirle que no me gustaba el clima del país del rayo.

—¿Lo llamaste por teléfono? —Pese a que no alzó la voz, Hinata volvió a estremecerse—. ¿No te prohibí, expresamente, que te pusieras en contacto telefónico con tus amigos?

—Sí, pero yo...

—Querías hablar con tu novio, por supuesto.

—No es mi novio, nunca lo ha sido.

—Claro que no. Por eso salía en esas fotos; por eso ha estado ahora a punto de devorarte.

Hinata se sintió herida y enfadada a la vez. Primero Toneri y ahora Kakashi; los dos la trataban como si fuera una cualquiera que disfrutase provocando a los hombres. Así que se refugió en su tono más descarado.

—Te recuerdo que tú también me besaste. ¿Acaso debo considerarte mi novio?

Sin saber cómo, Hinata se encontró aplastada contra el grueso tronco de un roble. Por primera vez, los ojos de Kakashi dejaron de ser impenetrables y una cólera salvaje brilló en sus pupilas. Apoyó las manos en el árbol, a ambos lados de su cabeza, y se inclinó hasta que su cara quedó a pocos centímetros de la de ella.

—¿No te das cuenta de que te han localizado? ¿Aún no eres consciente de que te encuentras de nuevo en el punto de mira? Ahora habrá que buscarte un nuevo escondite. La niña mimada y coqueta nunca se para a pensar ¿verdad?, simplemente hace lo que le apetece, aunque eso signifique poner a los demás y a sí misma en peligro.

Hinata temblaba como una hoja y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas.

—Ahora lágrimas, ¿vas a utilizar todos tus trucos?

Sin embargo, su llanto distaba mucho de ser fingido. Los sollozos sacudían el cuerpo esbelto con violencia y Kakashi se sintió culpable e injusto.

Al verla forcejear con el tipo aquel había estado a punto de perder la cabeza; necesitó echar mano de todo su autocontrol para no darle una paliza a ese bastardo. En el fondo, sabía que ella no era culpable. La había estado observando toda la noche y ni por un segundo la había visto coquetear con nadie; era su vitalidad, su forma de disfrutar apasionadamente de cada momento, irradiando un resplandor hechicero a su alrededor, lo que hacía que los hombres revolotearan en torno a ella, como abejas alrededor de la miel.

Kakashi sacó un pañuelo de bolsillo de la chaqueta y, con una dulzura inesperada en esas manos que poco antes fueran tan agresivas, le secó las mejillas. Después, la tomó entre sus brazos y le acarició la nuca, al tiempo que le susurraba en el oído:

—Tranquila, tranquila.

Transcurrieron varios minutos hasta que los sollozos de Hinata se convirtieron en suspiros aislados, pero ella siguió con la mejilla apoyada en su pecho. Lo cierto era que se encontraba muy a gusto, escuchando los firmes latidos de su corazón.

—Espérame aquí. —Al cabo de un rato, Kakashi la apartó con delicada firmeza y ella se mordió la lengua para no protestar. —Me despediré de tu parte. Diré que te sientes indispuesta y que me veo obligado a llevarte a casa. ¿Tienes frío?

—No, estoy bien.

—Enseguida vuelvo.

Pocos minutos más tarde estaban de camino. La luna asomaba de vez en cuando entre las nubes pero, pese a ello, la noche era oscura y los faros del coche apenas conseguían alumbrar la tira de asfalto húmedo de la estrecha carretera. Hinata iba recostada contra el asiento con los ojos cerrados. Kakashi sabía que no estaba dormida, pero no hizo ningún intento de romper el silencio. Cuando llegaron por fin, ella murmuró un «buenas noches» con los ojos clavados en el suelo y corrió a refugiarse en su dormitorio.

 Cuando llegaron por fin, ella murmuró un «buenas noches» con los ojos clavados en el suelo y corrió a refugiarse en su dormitorio        


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