viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 03

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Un par de horas más tarde Hinata se despertó y, durante unos minutos, fue incapaz de recordar dónde estaba. Por fin se levantó, entró en el cuarto de baño y, tras una larga ducha con agua bien caliente que la dejó como nueva, se vistió y bajó al salón. La recibieron los alegres ladridos de un pequeño perro marrón.

—Hola, bonito. ¿Quién eres tú, si puede saberse? —preguntó acariciándolo detrás de las orejas.

—Te presento a Pakkun. —Hinata alzó la cabeza y descubrió a Kakashi apoyado en el marco de la puerta, observándola—. Me alegra que te gusten los perros, lo había dejado fuera por si acaso pero, si a ti no te importa, está acostumbrado a vivir dentro de la casa.

—Por supuesto que no me importa. Me encantan los perros. Sobre todo uno tan guapo como tú, eh, Pakkun —dijo sin dejar de acariciarlo.

—Voy a ir al pueblo. Podemos dar una vuelta, comer en el restaurant y así te presento a algunas personas de por aquí. Después podrás ir y venir a tu antojo. ¿Sabes conducir?

—Sé conducir, pero no lo hago muy seguido la verdad.

—¿Vienes? Iré a tu lado, así te sentirás más segura.

Hinata se puso la cazadora, cogió su bolso y le siguió hasta el coche. Cambiar las marchas le pareció lo más complicado, aunque en conjunto no lo hizo mal. Solo se despistó al girar en un cruce pero, con unos reflejos prodigiosos, Kakashi agarró el volante al instante y corrigió la dirección.

El pueblo era pequeño y pintoresco. Consistía en una pequeña plaza principal en la que se encontraban el bar, la tienda de comestibles, un restaurant y unas pocas casas más. Un poco retirada, una diminuta iglesia de piedra con la torre terminada en punta se recortaba contra el cielo gris.

Entraron en el restaurant. Kakashi saludó al propietario tras la barra y encargó dos vasos de zumo y algo de comer. Unos cuantos parroquianos ocupaban algunas de las pequeñas mesas de madera. kakashi Hatake los saludó a todos y la presentó como su sobrina, que había nacido en el centro de Konoha.

—¡Hola, Kakashi! No sabía que habías vuelto.

El alegre saludo provenía de una mujer alta y de pelo rojizo, que acababa de entrar acompañada por un joven, este por su parte era rubio, y miraba a Hinata con curiosidad. Era evidente que la mujer estaba encantada de haberse encontrado con Kakashi y, sin pedir permiso, se sentó en la mesa de ambos.

—Hola, Karin. Acabo de llegar esta misma mañana. Te presento a mi sobrina Hinata Hatake. Llegó ayer del centro de Konoha, buscando un sitio tranquilo para terminar su tesis.

Karin despegó, por fin, los ojos de Kakashi para posarlos en ella y no pareció gustarle mucho lo que vio. Hinata notó que la pelirroja era atractiva.

—No sabía que tenías una sobrina tan mayor.

—Yo tampoco —comentó el chico que iba con ella—, pero estoy encantado de que hayas decidido venir a este lugar perdido. Soy Naruto—añadió tendiéndole una mano con una mirada apreciativa—el hermano de Karin.

—Encantada, Naruto.

—Pareces demasiado joven para haber terminado una carrera —comentó Karin, desdeñosa, descartando a Hinata como si fuera insignificante—. ¿Cuál es el tema de tu tesis?

—«Reinventando la periferia; hacia una redefinición del rol de las periferias interiores del área metropolitana de Konoha».

Se hizo un silencio y sin saber qué decir, la pelirroja le dio un sorbo a su jugo.

—Impresionante —afirmó Naruto mientras Kakashi contemplaba a la joven, divertido.

Saltaba a la vista que la pelirroja consideraba al Hatake de su propiedad y no estaba dispuesta a compartirlo con nadie; ni siquiera con una supuesta sobrina salida de no se sabía dónde. Durante la comida, Karin acaparó a Kakashi mientras su hermano le dedicaba a Hinata toda su atención.

—¿Te importa que te llame algún día para salir a tomar algo? Aunque, no esperes nada demasiado especial, ya ves que aquí el plan estrella es ir al bar de enfrente a beber una cerveza.

—Me encantaría, Naruto.

—Bueno —Kakashi dejó la jarra sobre la mesa y se levantó—, será mejor que volvamos a casa. Hinata todavía tiene que deshacer el equipaje y acomodarse. Adiós, Karin, adiós, Naruto.

Cuando se subieron al coche la joven no pudo evitar hacer un comentario.

—Kakashi, eres cruel. Creó que karin gusta demasiado de ti.

—¿Tú crees? —preguntó Kakashi sin dejar traslucir ninguna emoción ni desviar los ojos un milímetro de la carretera.

Al ver que le era indiferente, Hinata decidió cambiar de tema.

—¿Puedo al menos hablar con mi padre?

—Por supuesto, siempre y cuando no menciones el lugar donde estamos. Su teléfono podría estar intervenido.

—Cómo te gusta jugar a los espías —comentó despectiva al tiempo que sacaba el móvil del bolso.

Kakashi se hizo a un lado del camino y frenó con tanta brusquedad que a Hinata se le escapó el teléfono de la mano. Entonces se volvió hacia ella, la sujetó por los hombros con fuerza y, atravesándola con esos ojos que parecían láminas de hielo, le dijo en un tono suave que hizo que se le erizara el pelo de la nuca:

—Ya va siendo hora, Hinata, de que te des cuenta de que nada de esto es un juego.

Incapaz de reaccionar ni de decir nada ella se quedó mirando ese rostro, tan cerca del suyo, cuyo único signo de emoción era el ligero temblor de un músculo en la comisura de su boca.

Después de unos segundos, la soltó y siguió conduciendo sin mirarla. Hinata recogió el teléfono con dedos temblorosos y permaneció en silencio, mirando por la ventanilla, hasta que llegaron. En cuanto paró el motor, se bajó del coche sin decir palabra y fue corriendo a encerrarse en su habitación.

Kakashi suspiró y entró en la casa.

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Ya en su habitación, Hinata se dio cuenta de que alguien había dejado un portátil y una caja de cartón sobre el escritorio. Curiosa, levantó la tapa y vio que en su interior se amontonaban los apuntes que había recopilado para su tesis.

«Por lo menos aprovecharé el tiempo», se dijo con un cierto alivio. No concebía una tortura mayor que estar encerrada en una casa con ese hombre misterioso, sin nada que hacer.

Hinata encendió el ordenador y empezó a consultar documentos. El tiempo se le pasó sin sentir. Lo cierto era que le encantaba la arquitectura y siempre había disfrutado con los proyectos que le habían mandado a lo largo de la carrera.

Unas horas después, el sonido del móvil la sacó de su abstracción.

—¿Dígame?

—Hinata, soy Naruto. Si te apetece te paso a buscar y cenamos algo en el bar. Vienen unos amigos de Suna. Creo que te hará bien divertirte un poco.

—Gracias, Naruto, me encantaría.

—Pasaré a buscarte en media hora más o menos, ¿de acuerdo?

—Perfecto, no creo que tarde mucho en elegir qué ponerme. La cosa está entre un pantalón y un jersey o un jersey y un pantalón.

Naruto soltó una carcajada.

—No te preocupes, seguro que estarás preciosa te pongas lo que te pongas. Y un pantalón y un jersey es más que suficiente para este pueblo. Nos vemos.

Hinata no tardó mucho en arreglarse. Al examinar el tono de su rostro en el espejo, decidió que no necesitaba maquillarse, así que se limitó a cepillar la larga melena y a ponerse un poco de brillo en los labios. Satisfecha con su imagen, salió de la habitación y bajó la escalera corriendo.

—Estoy preparando algo para cenar —dijo Kakashi.

Ella observó la lata abierta encima de la mesa de la cocina.

—¿Estofado de lata? Hum, tentador, pero creo que prefiero cenar fuera. Va a venir Naruto a recogerme.

Un par de bocinazos sonaron en el exterior.

—Hablando del rey de Roma... Adiós, Kakashi, y lo siento por no acompañarte.—se despidió.

Kakashi Hatake, con la cuchara de madera en alto, se la quedó mirando en silencio hasta que desapareció detrás de la puerta.

En el bar los esperaban los amigos que habían llegado de Suna. Ambos resultaron muy agradables y Hinata disfrutó de la velada; tenía la sensación de que hacía meses que no se divertía.

Bebieron bastante vino en la cena y se encontraba agradablemente mareada cuando, casi a las doce y media de la noche, Naruto detuvo el coche frente a la puerta de la casita.

—Muchas gracias, Naruto. Lo he pasado muy bien.

—Gracias a ti, Hinata.

El joven se inclinó despacio y posó sus labios sobre los de ella en un delicado beso de despedida. A Hinata no le desagradó el contacto, pero cuando notó que Naruto empezaba a emocionarse, se desasió de las manos que la sujetaban por hombros con suavidad.

—Adiós, Naruto—se despidió.

Bajó del coche, abrió la puerta de la casa, que no estaba cerrada con llave y, una vez más, se volvió para despedirse agitando la mano. Naruto le devolvió el saludo, arrancó el motor y, poco después, la luz  de los faros del coche se perdió en la oscuridad.

El interior de la casa tan solo estaba alumbrado por el fuego de la chimenea. Pakkun salió a recibirla meneando la cola y Hinata lo acarició un rato. Luego se acercó al fuego apagado y extendió las manos heladas, buscando el calor de las llamas. De repente, una voz susurró en su oído:

—¿Lo has pasado bien? ¿Qué tal besan los muchachos de aquí en comparación con los del centro de Konoha?

Hinata se volvió sobresaltada y se quedó a escasos centímetros del cuerpo firme e ineludible de Kakashi.

—¡Me has asustado! ¿Qué haces aquí escondido en la oscuridad?

—Quería asegurarme de que la niña llegaba a casa sana y salva —contestó burlón.

—Qué detalle por tu parte, pero no hacía falta que te molestaras. —Hinata, que había bebido más de la cuenta, apoyó las manos sobre su pecho, se alzó de puntillas y se acercó hasta rozarle la oreja con la nariz—. Y para tu información te diré... —añadió en un susurro provocativo—: Que no soy una niña.

Eso último se lo gritó en el oído al tiempo que lo empujaba para alejarse de él, pero Kakashi fue más rápido y le sujetó el rostro entre las manos, impidiendo así que se apartara.

—¿No?

A la luz del fuego, Kakashi recorrió con la mirada el precioso cabello, que destellaba y los grandes ojos, ligeramente violeta, que eran incapaces de ocultar un cierto temor en sus profundidades. Sus pupilas, insondables, se posaron en los labios suaves y llenos, haciendo que a Hinata se le aflojaran las rodillas, y siguieron su recorrido hacia abajo, hasta detenerse sobre los grandes senos, que subían y bajaban siguiendo el ritmo de su agitada respiración.

—En efecto, no eres ninguna niña... —El modo en que lo dijo la hizo tragar saliva, pero enseguida volvió a su habitual tono, suave y frío, para ordenarle—: Vete a tu cuarto.

La soltó de repente y Hinata se tambaleó unos instantes. Recobró el equilibrio y subió los escalones con toda la rapidez que le permitían las piernas temblorosas.

Kakashi fijó los ojos en las llamas, que se iban extinguiendo poco a poco, sintiéndose irritado consigo mismo. No conseguía entender qué demonios acababa de ocurrir ahí. Por primera vez en su vida, había tenido que echar mano de todo su autodominio para dejar marchar a una mujer. Durante unos instantes solo había podido pensar en esos labios tentadores, y el deseo de besarlos se le había subido a la cabeza como el alcohol. La chica estaba a su cargo, se recordó con severidad. No permitiría que las cosas escaparan a su control. Soltó una serie de maldiciones en voz baja, sin dejar de caminar de un lado a otro de la habitación como un tigre enjaulado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario