viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 16

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Diez minutos después, con una falda negra, una blusita amarilla, unos flats y un cardigan blanco, no tan grueso, Hinata estaba lista para ir con él al fin del mundo.

Subieron al automóvil descapotable que Kakashi había alquilado y, poco después, estaban camino a su destino. Durante el trayecto, Hinata no dejó de hacerle preguntas sobre las personas que había conocido durante su estancia con él, en especial quería saber todo lo relativo a Naruto.

—Naruto está totalmente recuperado; la nariz ha respondido bastante bien y apenas se nota. Me extraña que no hayan permanecido en contacto. ¿Ni siquiera intercambiaron correos electrónicos?

Ella se revolvió incómoda en su asiento.

—Bueno...

Kakashi le dirigió una mirada de soslayo.

—¿No vas a contarme lo que pasó entre Naruto y tú?

Hinata se encogió de hombros, pero enseguida empezó a hablar en voz baja:

—Cuando fui a visitarlo al hospital me sentía responsable de que estuviera así por mi culpa... y me dio tanta pena... que me acerqué a él, le cogí de la mano y... de repente me abrazó y me besó... y...

Kakashi apretó el volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos, pero ella estaba tan enfrascada en su historia que no se dio cuenta.

—¿Y...? —preguntó con los dientes apretados.

—Me dijo que estaba enamorado de mí...

Se quedó callada, con la mirada perdida en el camino.

—¡Hinata, me estás poniendo nervioso! ¿Por qué no terminas la historia de una vez?

Sobresaltada por su tono impaciente, Hinata dio un respingo.

—Pues nada, que tuve que decirle con toda la delicadeza que pude que... que yo no estaba enamorada de él y la verdad, no fue agradable, porque me sentía culpable y... y el pobre Naruto al final tenía lágrimas en los ojos... y se enfadó bastante. En resumen —trató de mostrar indiferencia, pese a que se notaba que estaba dolida—hemos perdido el contacto.

De pronto, Kakashi sintió que el sol brillaba con más fuerza.

—Bueno, Hinata, son cosas que pasan, no pudiste evitar que se enamorara de ti. Nadie tiene la culpa. Pero cuéntame —se apresuró a cambiar de tema—, ¿cómo fue todo tú examen de tesis?

Siguieron viaje sin dejar de charlar de temas intranscendentes.

Hinata todavía no podía creer que él estuviera allí, sentado a su lado y se dijo que trataría de disfrutar del momento sin pensar más allá. Todavía le temblaban las rodillas al recordar el beso que le dio en su casa. Sin embargo, se obligó a conservar la calma. Desconocía los motivos por los que Kakashi había llegado a Konoha, pero se juró que no bajaría la guardia. No deseaba volver a pasarlo tan mal como los meses posteriores a su regreso. Si este insoportablemente atractivo individuo pensaba que podía aparecer y desaparecer de su vida cuando le diera la gana estaba muy equivocado.

Tras una hora de viaje, Kakashi abandonó la pequeña carretera llena de curvas y se adentró por un sendero sin asfaltar. Más adelante, una valla metálica impedía el paso a los vehículos de motor, así que aparcó el coche a un lado del camino y se bajaron los dos.

—Hacía años que no venía por aquí. —Hinata aspiró el olor a resina y a jaras con deleite—¿Cómo es que conoces esto tan bien?

—Como me imagino que sabes por el tiempo que vivimos juntos, me encanta la naturaleza. Durante los años que pasé aquí, en cuanto tenía un día libre dejaba atrás el asfalto y el tráfico de la ciudad y me escapaba a recorrer los alrededores. Hay un montón de sitios preciosos y salvajes a pocos minutos de aquí.

Kakashi sacó una enorme cesta de mimbre del maletero del coche.

—Tendremos que andar caminando unos kilómetros.

—¿Puedo ayudarte? Esa cesta tiene pinta de pesar una tonelada.

—Toma, lleva tú esto. —Le tendió una gruesa manta de cuadritos.

—Desde luego, Kakashi, eres una joya. Piensas en todo.

El camino que tomó su guía era bastante empinado y no se cruzaron con nadie durante la media hora que duró el recorrido. Por fin llegaron a un pequeño claro en el bosque. El riachuelo que lo atravesaba se ensanchaba un poco más adelante hasta formar una poza poco profunda. Justo al lado de esta, una roca plana recibía la fresca sombra de un inmenso pino.

—¿Qué te parece?

—Es el sitio perfecto para hacer un picnic —afirmó Hinata con aprobación.

Entre los dos extendieron la manta sobre la roca, se sentaron encima. Kakashi abrió la tapa de la cesta y sacó una botella.

—Primero pensé en traer champán para celebrar tu graduación, pero luego me dije que el champán caliente... no sabe bien. Al final he traído vino; lo mejor será que lo pongamos a refrescar un rato en el agua.

—Me parece una idea estupenda. —Hinata cogió la botella y leyó la etiqueta—. ¡Dios mío, Kakashi, este vino es carísimo! Desde luego has tirado la casa por la ventana.

—Recuerda que celebramos tu graduación; la señorita se merece lo mejor.

—Veamos qué más hay por aquí... —Kakashi volvió a concentrar su atención en el contenido de la cesta y empezó a arrojar una increíble variedad de exquisiteces sobre el regazo femenino—Un paquete de jamón, otro de queso mozzarella, una barra de pan, una caja con tomates cherry, otra caja con más carnes frías...

—¡Para! ¡Para! —Se rió Hinata, medio enterrada debajo de todo aquello—La verdad es que me muero de hambre; tiene todo una pinta exquisita.

—Hasta he traído el postre. —Kakashi agitó en el aire una pequeña caja de cartón con aire de triunfo.

—¡Roles de canela! ¡Me encantan!

Kakashi empezó a preparar deliciosos bocaditos que luego le iba pasando. La comida resultó muy animada; la caminata les había abierto el apetito y, sin dejar de hablar y reír, dieron buena cuenta del contenido de la cesta.

Al terminar, Hinata, amodorrada por el vino, el aire cálido y la abundante comida se tendió sobre la manta y cerró los ojos con un suspiro satisfecho.

Kakashi rodeó con los brazos la pierna que tenía doblada y se quedó contemplándola con ojos hambrientos. No había mentido cuando le dijo que estaba más guapa que nunca; solo de mirarla le subían las pulsaciones.

—Hinata...

—Hmm

—Hinata... —Ahora, esa voz acariciadora sonó a menos de dos centímetros de su oído y Hinata abrió los ojos sobresaltada.

Kakashi estaba tendido de lado, a escasa distancia de su cuerpo y, apoyado sobre el codo derecho, la miraba con fijeza. Algo en los ojos oscuros hizo que se le pusiera la piel de gallina. Estaba tan cerca que se sentía en ligera desventaja, así que se separó un poco y adoptó la misma postura que él.

—Kakashi...

Él no pudo evitar sonreír al escuchar su tono, ligeramente desafiante.

—Te he echado de menos —dijo con voz ronca.

Hinata sintió que se le derretía el cerebro, pero no podía permitirse perder la cabeza por ese hombre otra vez, así que se obligó a replicar con ligereza:

—Sí. Imagino que la monotonía de tus comidas ha influido en ello.

Kakashi sonrió, pero enseguida se puso serio. Alargó la mano y deslizó las yemas de los dedos por su brazo desnudo mientras sus ojos seguían el recorrido en una doble caricia.

—Eso también, pero sobre todo echaba de menos ver tu cara todos los días, el olor de tu champú, nuestros paseos por el campo, nuestras conversaciones...

Hinata respiró hondo, tenía que hacer un esfuerzo descomunal para no arrojarse en sus brazos y suplicarle que se quedara con ella para siempre.

—Quizá ha llegado el momento de refrescarte la memoria —contestó en un tono calmado, muy distante del tumulto que agitaba su corazón—Te recuerdo que fuiste tú el que, tan pronto como pudiste, avisaste a mi padre para que viniera a recogerme y no has sido capaz de ponerte en contacto conmigo ni una sola vez durante estos últimos meses para preguntar cómo me encontraba.

—Y no puedes imaginar lo que me costó llamar a tu padre y no llamarte a ti.

¿A su padre? Hinata se sorprendió ligeramente, pero no se dejó distraer.

—Mira, Kakashi, te agradezco la sorpresa de presentarte en casa y llevarme de excursión para celebrar mi graduación. He disfrutado mucho del picnic; todo estaba delicioso y este lugar es muy bello, pero eso no te da derecho a aparecer de repente y besarme y acariciarme cuando te dé la gana.

Kakashi se incorporó y se quedó sentado con las piernas cruzadas y con la vista perdida en el paisaje a su alrededor.

—Verás, Hinata, es más complicado que todo eso.

—¿De verdad? Quizá si me lo explicaras podría entenderlo. No soy tonta ¿sabes?

Kakashi se volvió hacia ella. Su gesto era hermético y con un tono frío que no dejaba traslucir sus emociones comenzó a explicarle:

—Tuve que alejarme de ti. Acababas de sufrir una experiencia terrible y te aferraste a mí como si yo fuera el único ser capaz de protegerte del sinsentido de la vida. Me ha ocurrido antes con otras personas a las que he prestado mi protección. No creas que no me sentí tentado de aprovechar la ocasión y retenerte a mi lado, pero eso no hubiera sido real. Era necesario que regresaras a tu ambiente: a tu casa, tus amigos, tus estudios... En resumen, a todo lo que para ti era familiar y tranquilizador.

—Volver a mi vida real y perder el miedo... —dijo ella sin dejar de observar los rasgos firmes y algo severos.
Comenzaba a entender su razonamiento, pero la frialdad de su actitud la hacía vacilar.

—Exacto. Necesitaba estar seguro de que si decidías quedarte a mi lado era porque realmente lo deseabas y no porque te asustase enfrentarte sola al mundo.

—Y tú crees que eran necesarios más de seis meses para que yo recuperase la confianza en mí misma. Seis meses sin recibir una sola palabra de aliento, sin recibir ninguna noticia de ti. —Hinata no intentó ocultar el leve reproche que asomaba en su voz.

—Estuve en contacto permanente con tu padre para enterarme de tus progresos. Siempre he sabido que, bajo tu apariencia frágil, eres una persona resistente y muy valiente. Prueba de ello es que no te llevó mucho tiempo recuperar tu vida; enseguida te lanzaste a disfrutar de tus actividades anteriores con aparente despreocupación. Tal vez podría haber venido antes, pero quería estar seguro de que eras la misma Hinata Hyūga que se enfrentó a mí armada con un bolígrafo.

—¿Te asusté, verdad?

La sonrisa torcida asomó de nuevo.

—Estaba aterrorizado.

Hinata recuperó la seriedad y, sin apartar sus ojos de los de él, dijo:

—Me gustaría saber por qué has vuelto...

—¿Todavía no lo sabes?

Los ojos oscuros habían perdido todo rastro de dureza y parecían acariciarla, y Hinata sintió que le faltaba el aire.

—Quizá sospecho algo.

—¿Solo sospechas? —Kakashi se inclinó sobre ella y enredó un mechón de la larga melena veteada alrededor de su dedo.

Los latidos de su corazón atronaban en los oídos de Hinata y solo pudo decir con voz débil:

—Creo que necesito más pistas...

—Pues ahí va una y estate atenta, que es importante.

Con suavidad, la cogió por los antebrazos y la ayudó a incorporarse hasta que quedó de rodillas frente a él, con los ojos perlas a la altura de los suyos. Entonces, mirándola fijamente, dijo:

—Te quiero.

—Kakashi... —fue lo único que ella fue capaz de articular, sintiéndose desfallecer.

—Te quiero, Hinata. Quiero que te cases conmigo, quiero que tengamos hijos, quiero engordar con tu comida...

—Ya sabía yo que a los hombres se les conquista por el estómago —trató de bromear a pesar de que le temblaba la voz pero, al mirarlo, percibió el amor sin reservas en esos ojos que habían perdido toda su frialdad y tragó saliva.

—¿Kakashi, estás seguro?

—Nunca he estado más seguro de nada en mi vida —contestó él con sencillez.

Incapaz de contenerse por más tiempo, Hinata le rodeó el cuello con los brazos y lo atrajo hacia sí con brusquedad, besando esos labios que tanto había echado de menos.

Se quedaron largo rato estrechamente abrazados, con las bocas unidas en un beso sin fin, muy conmovidos por lo extraordinario del vínculo que les unía.

De repente, Hinata apartó sus labios de los de él y Kakashi aprovechó y la tendió con suavidad sobre la manta y deslizó una mano por debajo de su blusa, acariciando su torso. Hinata perdió el hilo de la conversación y ya solo fue capaz de concentrarse en el recorrido de esos dedos cálidos que, a pesar del tiempo transcurrido, no habían olvidado la manera de enloquecerla.

—Kakashi... —trató de recuperar la cordura.

—Dime, Hinata—respondió él sin dejar de mordisquear los labios de la joven mientras sus manos acariciaban el vientre liso, recorriendo sin descanso la piel tersa que parecía arder bajo las yemas de sus dedos.

—Kakashi—lo intentó de nuevo, pese a que ya no sabía ni dónde tenía la cabeza—estamos a plena luz del día, en un lugar público. Puede venir alguien...

—Espero que no; si alguien viene se va a sentir muy incómodo —contestó él con una risa ronca al tiempo que le subía la blusa y apartaba el sujetador de encaje que llevaba, antes de agachar la cabeza y empezar a succionar uno de sus pechos.

Hinata renunció a hacerlo entrar en razón.

Con el ansia reprimida durante seis meses, los dos se entregaron a hacer el amor como si no hubiera un mañana. Los labios y los dedos de ambos besaron, acariciaron y tocaron como si, a través de ellos, sus dueños quisieran aprenderse de memoria el cuerpo del otro.

Y cuando estaban al límite de su resistencia, tumbados sobre la manta que habían extendido sobre la piedra, completamente desnudos bajo el sol; Kakashi alzó la cabeza de la suave boca femenina y, con una entonación no muy firme, dijo:

—Hinata, todavía no me has dicho que te casarás conmigo.

Ella jadeó, a punto de estallar de deseo.

—Kakashi, no me hagas esto...

—Deseo hacer una mujer honesta de ti. —Depositó un leve beso en sus labios—. Además no quiero sentirme utilizado; un hombre de usar y tirar. Eso acabaría con mi autoestima.

Hinata lanzó una risita nerviosa, pues las manos de Kakashi no dejaban de acariciarla.

—Está bien —confirmó con voz sofocada—Me casaré contigo. Pero que conste que lo hago obligada.

Como venganza, ella lo acarició con mayor atrevimiento y Kakashi, incapaz de resistir un minuto más, la besó con ansia y le hizo el amor hasta que ambos alcanzaron y superaron las alturas de su primer encuentro.

Minutos después, exhaustos y bañados en sudor seguían aferrados el uno al otro, como dos náufragos a su tabla de salvación. Kakashi apoyó la mejilla en la suave melena azulada y sintió que sus ojos se llenaban de una humedad sospechosa.

¡Alto ahí!», se dijo Hinata. «Los mercenarios no lloran».

 «Los mercenarios no lloran»        


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