viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 14

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Al despertarse, los recuerdos de la noche anterior empezaron a llegar en oleadas al cerebro de Hinata y su cuerpo, agradablemente dolorido en ciertos lugares estratégicos, le confirmó que esas imágenes eran reales. Con los ojos cerrados, extendió la mano y solo palpó el colchón vacío a su lado. Con una curiosa sensación de desastre inminente, abrió los párpados y vio que la luz de la mañana inundaba el dormitorio a pesar de no ser un día soleado.

Kakashi estaba sentado en una silla, junto a la cama, completamente vestido. La alegre sonrisa que había asomado a los labios de Hinata se borró al instante al ver su expresión. Una vez más, la máscara tras la que se ocultaba tan a menudo había hecho su aparición y los ojos impenetrables la observaban con frialdad. Consciente de repente de su desnudez, Hinata enrojeció y se subió las sábanas hasta la barbilla.

—Buenos días, Hinata.—La voz tenía el mismo tono indiferente de su expresión—He hablado hace unas horas con tu padre. Ha alquilado un jet privado y llegará aquí lo antes posible para recogerte y llevarte con él a Konoha.

Fue como un puñetazo en pleno rostro, pero Hinata intentó disimular lo herida que se sentía.

«¿Qué pensabas?», se dijo decepcionada, «sabías desde el principio que esto no llegaría a ningún sitio. Conseguiste lo que querías ¿no? Ahora debes pagar el precio».

—Gracias, Kakashi—respondió con una calma que incluso a ella la sorprendió—. Será bueno volver a casa y olvidar estos últimos meses. Ya va siendo hora de retomar mi vida y seguir adelante.

—Hinata, yo... Quiero que sepas que siento lo de anoche.

—No lo sientas, Kakashi—dijo mirándolo a los ojos—. Lo de anoche fue una experiencia maravillosa, al menos para mí. Antes o después tenía que ocurrir y estoy contenta de que haya sido contigo. No me arrepiento de nada y me gustaría que tú tampoco lo hicieras.

Hinata lo vio apretar los puños y el músculo de su mandíbula vibró una vez más.

—¿Eres consciente de que lo de anoche podría traer consecuencias?

—¿Consecuencias? —repitió sorprendida por su brusquedad.

De repente los ojos perlados se agrandaron al darse cuenta, por fin, de lo que él quería decir.

—Me he portado como un auténtico bastardo inconsciente y quiero que sepas que me hago responsable de lo que pueda ocurrir. Quiero que cuentes conmigo si... si pasa cualquier cosa.

—Gracias de nuevo, Kakashi. Nadie podrá acusarte nunca de ser un hombre que da la espalda a sus responsabilidades —Un leve toque de sarcasmo asomaba en la voz femenina—. Pero no hace falta que te preocupes por nada. Si ocurriera «cualquier cosa», como dices tú, sé que contaré con el apoyo de mi padre para respaldarme sea cual sea el camino que decida seguir.

Kakashi contempló las delicadas y orgullosas facciones con los puños apretados. Tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para no arrojarse sobre ella y volver a hacerle el amor hasta que confesara a gritos que lo amaba. Deseaba que Hinata estuviera embarazada; se sentía capaz de hacer cualquier cosa para retenerla a su lado, aunque fuera a la fuerza. Pero ella seguía fría y distante, como los inesperados acontecimientos de la noche anterior no tuviesen la menor importancia. Quizá simplemente lo había utilizado para calmar sus miedos, al fin y al cabo, era el hombre que tenía más a mano; tal vez lo ocurrido no había significado lo mismo para ella. La rabia amenazaba con dominarlo por lo que, incapaz de contenerse, se levantó de la silla y se sentó en el borde de la cama.

Sin apartarse ni un centímetro, Hinata se limitó a mirarlo, retadora, al tiempo que sujetaba con más fuerza las sábanas sobre su pecho. Kakashi posó la mano sobre su hombro y acarició la tersa piel desnuda con el pulgar; una leve caricia que la hizo contener la respiración. Trató de aparentar tranquilidad y le sostuvo la mirada con fingida indiferencia; una batalla de ojos perlados contra negros. Notó cómo kakashi se tensaba y, de pronto, comprendió que él no era tan inmune a sus encantos como quería aparentar.

—Hinata...

Pronunció su nombre como una caricia y, una vez más, la invadió una debilidad paralizante que amenazaba las defensas que había alzado ante él.

—Debo hacerlo.

Las palabras escaparon entrecortadas entre los dientes apretados de Kakashi—o al menos eso le pareció entender a Hinata— antes de que este se levantara con brusquedad de la cama y se quedara de pie, de espaldas a ella, contemplando la vista desde la ventana.

—Prepárate, tu padre no tardará en llegar —ordenó recuperando el tono normal de su voz.

Sin dirigirle una sola mirada más, salió del dormitorio y cerró la puerta con suavidad.

Hinata se levantó como una autómata y empezó a recoger sus cosas. Parecía como si una fuerza gigantesca hubiera succionado todas sus energías, dejándola como una cáscara vacía. Cuando lo tuvo todo recogido se sentó frente al escritorio y esperó a que llegara su padre. Se sentía incapaz de enfrentarse a Kakashi ella sola, sabiendo que lo amaba y que él, en cambio, lo único que sentía por ella era pura atracción física. Puede que fuera el primer hombre con el que se acostaba, pero algo le decía que el éxtasis que habían compartido horas antes no era lo habitual. Tendría que aprender a vivir el resto de su vida con ese recuerdo, pero no había mentido cuando le dijo que no se arrepentía de nada. Si pudiera volver atrás en el tiempo, se entregaría de nuevo a él sin dudarlo.

No supo cuánto tiempo estuvo ahí sentada, mirando al vacío, pero el ruido de la puerta de entrada al abrirse la sacó de su abstracción. En cuanto oyó la voz de su padre, que saludaba a Kakashi, bajó corriendo la escalera y se arrojó a los brazos del recién llegado.

—¡Papá!

Lágrimas de alegría rodaban por sus mejillas, y su padre la estrechó con fuerza, visiblemente emocionado.

—¡Hinata, mi vida!

Hinata oyó el ruido de la puerta al cerrarse y se imaginó que Kakashi, con su discreción habitual, los dejaba para que pudieran hablar a solas.

—¿Estás bien, hija? Cuando Kakashi me llamó esta mañana no podía creerlo. El viaje en avión ha sido un infierno, estaba tan preocupado...

—Papá, estoy bien, de verdad. Gracias a Kakashi. Me rescató justo a tiempo.

—Sabía que hacía bien en confiarte al Hatake. Siempre ha sido una persona con la que poder contar.

Hinata abrazó más fuerte aún a su padre y no contestó.

—Quiero volver hoy mismo —dijo con la cara escondida en la elegante camisa que olía a su aroma, tan familiar.

—¿Segura? ¿No deseas descansar unos días? Podemos quedarnos, hasta que te recuperes un poco.

—No papá —negó con firmeza—, deseo regresar cuanto antes. Quiero volver a casa.

—Como quieras, querida.

Cuando Kakashi regresó media hora más tarde, Hiashi le comunicó que se marchaban.

—Muchas gracias por todo Kakashi. Mi hija me ha contado lo que has hecho por ella y solo puedo decirte que te estaré eternamente agradecido —afirmó con emoción.

Ambos se estrecharon la mano con cordialidad. Por unos instantes, Hinata contempló a los dos hombres altos y distinguidos que estaban frente a ella y no pudo evitar compararlos. A pesar de que su padre ya era más grande, entendía por qué Kakashi y él se llevaban tan bien. Tenían muchas cosas en común; ambos eran hombres activos, inteligentes, seguros de sí mismos y podían ser despiadados si la ocasión lo requería.

Poco después le llegó a Hinata el turno de decirle adiós, quizá para siempre.

—Una vez más, gracias por todo, Kakashi Hatake. — Hinata le tendió la mano, pero él la ignoró. La agarró por los hombros —tan fuerte que dos días después las huellas de sus dedos todavía destacaban oscuras contra su piel— y se inclinó a darle un beso en la mejilla.

—Ha sido un placer, Hinata Hyūga, echaré de menos tus comidas...

Antes de soltarla, le susurró al oído:

—Cualquier cosa... Avísame.

Hinata le sonrió con dulzura y se dio la vuelta con rapidez, procurando que no se diera cuenta de que las lágrimas inundaban sus ojos.

Kakashi los acompañó afuera y, con las piernas ligeramente separadas y las manos a la espalda, esperó a que el chófer pusiera en marcha el motor y se fueran. Antes de que el coche se alejara del todo, Hinata se dio la vuelta y agitó la mano en un adiós. Inmóvil, se quedó ahí, hasta que el vehículo desapareció detrás de una curva del camino. Después, dio media vuelta y se metió de nuevo en la casa, que parecía extrañamente vacía sin la presencia de la chica. Incluso Pakkun la buscaba como un alma en pena por los rincones.

—Ya no volverá, muchacho —afirmó, al tiempo que rascaba al perro detrás de las orejas.

Se dejó caer en una de las sillas de la cocina y, apoyando los codos sobre la mesa, se sujetó la cabeza con las manos. Le extrañó que el dolor que sentía fuera físico; tan real como si tuviera una aguja clavada en el estómago.

—Debemos olvidarla, Pakkun. La deliciosa señorita Hyūga no es para nosotros...

Pero sabía que jamás olvidaría las sensaciones de la noche anterior mientras le hacía el amor.

Nunca se había sentido tan conmovido al estar con una mujer. Por primera vez comprendió la expresión, tan trillada, de volverse uno. Para él no había sido un mero encuentro sexual, sino la comunión de dos personas en una armonía perfecta. Quizá Hinata no se había percatado de lo extraordinario de lo ocurrido, ella no tenía experiencia, no podía comparar. Pero a él, no le cupo la menor duda de que lo que sentía por ella no era una locura pasajera, un enamoramiento momentáneo, sino el reconocimiento de una persona como esa pieza esencial que todo individuo busca para completar su propio yo.

A pesar de lo temprano de la hora, decidió servirse un whisky; no encontraría un momento mejor para emborracharse un poco.

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Sentada en uno de los asientos de cuero del lujoso jet privado, Hinata miraba por la ventanilla las nubes esponjosas que flotaban bajo la panza de la aeronave. Solo hacía unas horas que no lo veía y ya añoraba a Kakashi de un modo terrible. Como si presintiera su abatimiento, su padre trató de animarla con un tono alegre algo forzado:

—Las invitaciones a todo tipo de fiestas se acumulan en la bandeja del recibidor. No vas a tener un minuto libre para pararte a pensar.

—No sé si tengo ánimos para tanta fiesta, papá.

Su padre recuperó la seriedad al instante.

—Vamos, Hinata, sabes que mantenerte ocupada será el mejor remedio para olvidar los horrores de los últimos días.

Ella se encogió de hombros sin apartar los ojos de la ventanilla.

—Tengo la tesis casi terminada, creo que voy a intentar sacarme el doctorado.

El rostro masculino se animó de nuevo con una sonrisa de satisfacción.

—¡Me parece perfecto! Siempre has sido una chica lista. Con el doctorado podrás encontrar ese trabajo de investigación en la universidad que siempre has deseado.

—Tal vez, si. —Una vez más, se encogió de hombros y se quedó en silencio. Al cabo de un rato, se volvió hacia él. —Y Kakashi, ¿tú crees que ya tendrá una nueva posible víctima a la que cubrir las espaldas? —No pudo resistirse a hacerle la pregunta.

Su padre descartó la idea con un gesto de la mano.

—Kakashi está demasiado ocupado para eso. Aceptó hacerse cargo de ti como un favor personal. Su trabajo le ocupa demasiado tiempo.

Hinata frunció el ceño extrañada.

—Bueno, no me pareció que su pequeño negocio lo tuviera muy agobiado.

—¿Pequeño negocio dices? Es propietario de una de las mayores empresas de seguridad del país.

Hinata se quedó sin habla al oír aquello.

—Kakashi Hatake es un tipo muy listo. —continuó su padre—Ya me lo pareció cuando trabajaba para mí; por eso accedí a hacerle un pequeño préstamo. Me lo devolvió con creces al poco tiempo. Ahora poseo varios cientos de acciones de su empresa y créeme, los beneficios son formidables. En pocos años será casi tan rico como yo.

Su hija lo miró incrédula.

—Él mismo me dijo que era dueño de un pequeño negocio. Nunca hizo alarde de ser millonario.

—Kakashi es un tipo sencillo. A pesar de su origen humilde, no perdió la cabeza cuando empezó a nadar en dinero. Por eso me gusta, es un hombre que sabe lo que quiere y no se deja llevar por las apariencias.

Hinata trató de digerir esa nueva información.

«El puede tener a cualquier mujer de la alta sociedad, y comparadas conmigo, yo ya no soy tan especial», se dijo irónica.

Soltó una carcajada amarga y, al preguntarle su padre qué era eso tan gracioso, no le contestó.


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