viernes, 10 de julio de 2020

EP | KAKAHINA 16

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Diez minutos después, con una falda negra, una blusita amarilla, unos flats y un cardigan blanco, no tan grueso, Hinata estaba lista para ir con él al fin del mundo.

Subieron al automóvil descapotable que Kakashi había alquilado y, poco después, estaban camino a su destino. Durante el trayecto, Hinata no dejó de hacerle preguntas sobre las personas que había conocido durante su estancia con él, en especial quería saber todo lo relativo a Naruto.

—Naruto está totalmente recuperado; la nariz ha respondido bastante bien y apenas se nota. Me extraña que no hayan permanecido en contacto. ¿Ni siquiera intercambiaron correos electrónicos?

Ella se revolvió incómoda en su asiento.

—Bueno...

Kakashi le dirigió una mirada de soslayo.

—¿No vas a contarme lo que pasó entre Naruto y tú?

Hinata se encogió de hombros, pero enseguida empezó a hablar en voz baja:

—Cuando fui a visitarlo al hospital me sentía responsable de que estuviera así por mi culpa... y me dio tanta pena... que me acerqué a él, le cogí de la mano y... de repente me abrazó y me besó... y...

Kakashi apretó el volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos, pero ella estaba tan enfrascada en su historia que no se dio cuenta.

—¿Y...? —preguntó con los dientes apretados.

—Me dijo que estaba enamorado de mí...

Se quedó callada, con la mirada perdida en el camino.

—¡Hinata, me estás poniendo nervioso! ¿Por qué no terminas la historia de una vez?

Sobresaltada por su tono impaciente, Hinata dio un respingo.

—Pues nada, que tuve que decirle con toda la delicadeza que pude que... que yo no estaba enamorada de él y la verdad, no fue agradable, porque me sentía culpable y... y el pobre Naruto al final tenía lágrimas en los ojos... y se enfadó bastante. En resumen —trató de mostrar indiferencia, pese a que se notaba que estaba dolida—hemos perdido el contacto.

De pronto, Kakashi sintió que el sol brillaba con más fuerza.

—Bueno, Hinata, son cosas que pasan, no pudiste evitar que se enamorara de ti. Nadie tiene la culpa. Pero cuéntame —se apresuró a cambiar de tema—, ¿cómo fue todo tú examen de tesis?

Siguieron viaje sin dejar de charlar de temas intranscendentes.

Hinata todavía no podía creer que él estuviera allí, sentado a su lado y se dijo que trataría de disfrutar del momento sin pensar más allá. Todavía le temblaban las rodillas al recordar el beso que le dio en su casa. Sin embargo, se obligó a conservar la calma. Desconocía los motivos por los que Kakashi había llegado a Konoha, pero se juró que no bajaría la guardia. No deseaba volver a pasarlo tan mal como los meses posteriores a su regreso. Si este insoportablemente atractivo individuo pensaba que podía aparecer y desaparecer de su vida cuando le diera la gana estaba muy equivocado.

Tras una hora de viaje, Kakashi abandonó la pequeña carretera llena de curvas y se adentró por un sendero sin asfaltar. Más adelante, una valla metálica impedía el paso a los vehículos de motor, así que aparcó el coche a un lado del camino y se bajaron los dos.

—Hacía años que no venía por aquí. —Hinata aspiró el olor a resina y a jaras con deleite—¿Cómo es que conoces esto tan bien?

—Como me imagino que sabes por el tiempo que vivimos juntos, me encanta la naturaleza. Durante los años que pasé aquí, en cuanto tenía un día libre dejaba atrás el asfalto y el tráfico de la ciudad y me escapaba a recorrer los alrededores. Hay un montón de sitios preciosos y salvajes a pocos minutos de aquí.

Kakashi sacó una enorme cesta de mimbre del maletero del coche.

—Tendremos que andar caminando unos kilómetros.

—¿Puedo ayudarte? Esa cesta tiene pinta de pesar una tonelada.

—Toma, lleva tú esto. —Le tendió una gruesa manta de cuadritos.

—Desde luego, Kakashi, eres una joya. Piensas en todo.

El camino que tomó su guía era bastante empinado y no se cruzaron con nadie durante la media hora que duró el recorrido. Por fin llegaron a un pequeño claro en el bosque. El riachuelo que lo atravesaba se ensanchaba un poco más adelante hasta formar una poza poco profunda. Justo al lado de esta, una roca plana recibía la fresca sombra de un inmenso pino.

—¿Qué te parece?

—Es el sitio perfecto para hacer un picnic —afirmó Hinata con aprobación.

Entre los dos extendieron la manta sobre la roca, se sentaron encima. Kakashi abrió la tapa de la cesta y sacó una botella.

—Primero pensé en traer champán para celebrar tu graduación, pero luego me dije que el champán caliente... no sabe bien. Al final he traído vino; lo mejor será que lo pongamos a refrescar un rato en el agua.

—Me parece una idea estupenda. —Hinata cogió la botella y leyó la etiqueta—. ¡Dios mío, Kakashi, este vino es carísimo! Desde luego has tirado la casa por la ventana.

—Recuerda que celebramos tu graduación; la señorita se merece lo mejor.

—Veamos qué más hay por aquí... —Kakashi volvió a concentrar su atención en el contenido de la cesta y empezó a arrojar una increíble variedad de exquisiteces sobre el regazo femenino—Un paquete de jamón, otro de queso mozzarella, una barra de pan, una caja con tomates cherry, otra caja con más carnes frías...

—¡Para! ¡Para! —Se rió Hinata, medio enterrada debajo de todo aquello—La verdad es que me muero de hambre; tiene todo una pinta exquisita.

—Hasta he traído el postre. —Kakashi agitó en el aire una pequeña caja de cartón con aire de triunfo.

—¡Roles de canela! ¡Me encantan!

Kakashi empezó a preparar deliciosos bocaditos que luego le iba pasando. La comida resultó muy animada; la caminata les había abierto el apetito y, sin dejar de hablar y reír, dieron buena cuenta del contenido de la cesta.

Al terminar, Hinata, amodorrada por el vino, el aire cálido y la abundante comida se tendió sobre la manta y cerró los ojos con un suspiro satisfecho.

Kakashi rodeó con los brazos la pierna que tenía doblada y se quedó contemplándola con ojos hambrientos. No había mentido cuando le dijo que estaba más guapa que nunca; solo de mirarla le subían las pulsaciones.

—Hinata...

—Hmm

—Hinata... —Ahora, esa voz acariciadora sonó a menos de dos centímetros de su oído y Hinata abrió los ojos sobresaltada.

Kakashi estaba tendido de lado, a escasa distancia de su cuerpo y, apoyado sobre el codo derecho, la miraba con fijeza. Algo en los ojos oscuros hizo que se le pusiera la piel de gallina. Estaba tan cerca que se sentía en ligera desventaja, así que se separó un poco y adoptó la misma postura que él.

—Kakashi...

Él no pudo evitar sonreír al escuchar su tono, ligeramente desafiante.

—Te he echado de menos —dijo con voz ronca.

Hinata sintió que se le derretía el cerebro, pero no podía permitirse perder la cabeza por ese hombre otra vez, así que se obligó a replicar con ligereza:

—Sí. Imagino que la monotonía de tus comidas ha influido en ello.

Kakashi sonrió, pero enseguida se puso serio. Alargó la mano y deslizó las yemas de los dedos por su brazo desnudo mientras sus ojos seguían el recorrido en una doble caricia.

—Eso también, pero sobre todo echaba de menos ver tu cara todos los días, el olor de tu champú, nuestros paseos por el campo, nuestras conversaciones...

Hinata respiró hondo, tenía que hacer un esfuerzo descomunal para no arrojarse en sus brazos y suplicarle que se quedara con ella para siempre.

—Quizá ha llegado el momento de refrescarte la memoria —contestó en un tono calmado, muy distante del tumulto que agitaba su corazón—Te recuerdo que fuiste tú el que, tan pronto como pudiste, avisaste a mi padre para que viniera a recogerme y no has sido capaz de ponerte en contacto conmigo ni una sola vez durante estos últimos meses para preguntar cómo me encontraba.

—Y no puedes imaginar lo que me costó llamar a tu padre y no llamarte a ti.

¿A su padre? Hinata se sorprendió ligeramente, pero no se dejó distraer.

—Mira, Kakashi, te agradezco la sorpresa de presentarte en casa y llevarme de excursión para celebrar mi graduación. He disfrutado mucho del picnic; todo estaba delicioso y este lugar es muy bello, pero eso no te da derecho a aparecer de repente y besarme y acariciarme cuando te dé la gana.

Kakashi se incorporó y se quedó sentado con las piernas cruzadas y con la vista perdida en el paisaje a su alrededor.

—Verás, Hinata, es más complicado que todo eso.

—¿De verdad? Quizá si me lo explicaras podría entenderlo. No soy tonta ¿sabes?

Kakashi se volvió hacia ella. Su gesto era hermético y con un tono frío que no dejaba traslucir sus emociones comenzó a explicarle:

—Tuve que alejarme de ti. Acababas de sufrir una experiencia terrible y te aferraste a mí como si yo fuera el único ser capaz de protegerte del sinsentido de la vida. Me ha ocurrido antes con otras personas a las que he prestado mi protección. No creas que no me sentí tentado de aprovechar la ocasión y retenerte a mi lado, pero eso no hubiera sido real. Era necesario que regresaras a tu ambiente: a tu casa, tus amigos, tus estudios... En resumen, a todo lo que para ti era familiar y tranquilizador.

—Volver a mi vida real y perder el miedo... —dijo ella sin dejar de observar los rasgos firmes y algo severos.
Comenzaba a entender su razonamiento, pero la frialdad de su actitud la hacía vacilar.

—Exacto. Necesitaba estar seguro de que si decidías quedarte a mi lado era porque realmente lo deseabas y no porque te asustase enfrentarte sola al mundo.

—Y tú crees que eran necesarios más de seis meses para que yo recuperase la confianza en mí misma. Seis meses sin recibir una sola palabra de aliento, sin recibir ninguna noticia de ti. —Hinata no intentó ocultar el leve reproche que asomaba en su voz.

—Estuve en contacto permanente con tu padre para enterarme de tus progresos. Siempre he sabido que, bajo tu apariencia frágil, eres una persona resistente y muy valiente. Prueba de ello es que no te llevó mucho tiempo recuperar tu vida; enseguida te lanzaste a disfrutar de tus actividades anteriores con aparente despreocupación. Tal vez podría haber venido antes, pero quería estar seguro de que eras la misma Hinata Hyūga que se enfrentó a mí armada con un bolígrafo.

—¿Te asusté, verdad?

La sonrisa torcida asomó de nuevo.

—Estaba aterrorizado.

Hinata recuperó la seriedad y, sin apartar sus ojos de los de él, dijo:

—Me gustaría saber por qué has vuelto...

—¿Todavía no lo sabes?

Los ojos oscuros habían perdido todo rastro de dureza y parecían acariciarla, y Hinata sintió que le faltaba el aire.

—Quizá sospecho algo.

—¿Solo sospechas? —Kakashi se inclinó sobre ella y enredó un mechón de la larga melena veteada alrededor de su dedo.

Los latidos de su corazón atronaban en los oídos de Hinata y solo pudo decir con voz débil:

—Creo que necesito más pistas...

—Pues ahí va una y estate atenta, que es importante.

Con suavidad, la cogió por los antebrazos y la ayudó a incorporarse hasta que quedó de rodillas frente a él, con los ojos perlas a la altura de los suyos. Entonces, mirándola fijamente, dijo:

—Te quiero.

—Kakashi... —fue lo único que ella fue capaz de articular, sintiéndose desfallecer.

—Te quiero, Hinata. Quiero que te cases conmigo, quiero que tengamos hijos, quiero engordar con tu comida...

—Ya sabía yo que a los hombres se les conquista por el estómago —trató de bromear a pesar de que le temblaba la voz pero, al mirarlo, percibió el amor sin reservas en esos ojos que habían perdido toda su frialdad y tragó saliva.

—¿Kakashi, estás seguro?

—Nunca he estado más seguro de nada en mi vida —contestó él con sencillez.

Incapaz de contenerse por más tiempo, Hinata le rodeó el cuello con los brazos y lo atrajo hacia sí con brusquedad, besando esos labios que tanto había echado de menos.

Se quedaron largo rato estrechamente abrazados, con las bocas unidas en un beso sin fin, muy conmovidos por lo extraordinario del vínculo que les unía.

De repente, Hinata apartó sus labios de los de él y Kakashi aprovechó y la tendió con suavidad sobre la manta y deslizó una mano por debajo de su blusa, acariciando su torso. Hinata perdió el hilo de la conversación y ya solo fue capaz de concentrarse en el recorrido de esos dedos cálidos que, a pesar del tiempo transcurrido, no habían olvidado la manera de enloquecerla.

—Kakashi... —trató de recuperar la cordura.

—Dime, Hinata—respondió él sin dejar de mordisquear los labios de la joven mientras sus manos acariciaban el vientre liso, recorriendo sin descanso la piel tersa que parecía arder bajo las yemas de sus dedos.

—Kakashi—lo intentó de nuevo, pese a que ya no sabía ni dónde tenía la cabeza—estamos a plena luz del día, en un lugar público. Puede venir alguien...

—Espero que no; si alguien viene se va a sentir muy incómodo —contestó él con una risa ronca al tiempo que le subía la blusa y apartaba el sujetador de encaje que llevaba, antes de agachar la cabeza y empezar a succionar uno de sus pechos.

Hinata renunció a hacerlo entrar en razón.

Con el ansia reprimida durante seis meses, los dos se entregaron a hacer el amor como si no hubiera un mañana. Los labios y los dedos de ambos besaron, acariciaron y tocaron como si, a través de ellos, sus dueños quisieran aprenderse de memoria el cuerpo del otro.

Y cuando estaban al límite de su resistencia, tumbados sobre la manta que habían extendido sobre la piedra, completamente desnudos bajo el sol; Kakashi alzó la cabeza de la suave boca femenina y, con una entonación no muy firme, dijo:

—Hinata, todavía no me has dicho que te casarás conmigo.

Ella jadeó, a punto de estallar de deseo.

—Kakashi, no me hagas esto...

—Deseo hacer una mujer honesta de ti. —Depositó un leve beso en sus labios—. Además no quiero sentirme utilizado; un hombre de usar y tirar. Eso acabaría con mi autoestima.

Hinata lanzó una risita nerviosa, pues las manos de Kakashi no dejaban de acariciarla.

—Está bien —confirmó con voz sofocada—Me casaré contigo. Pero que conste que lo hago obligada.

Como venganza, ella lo acarició con mayor atrevimiento y Kakashi, incapaz de resistir un minuto más, la besó con ansia y le hizo el amor hasta que ambos alcanzaron y superaron las alturas de su primer encuentro.

Minutos después, exhaustos y bañados en sudor seguían aferrados el uno al otro, como dos náufragos a su tabla de salvación. Kakashi apoyó la mejilla en la suave melena azulada y sintió que sus ojos se llenaban de una humedad sospechosa.

¡Alto ahí!», se dijo Hinata. «Los mercenarios no lloran».

 «Los mercenarios no lloran»        


EP | KAKAHINA 15

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Una mañana de mediados de agosto, Hinata leía un libro tumbada en uno de los arboles cerca de la piscina de su casa en Konoha. Era una delicia sentir el calor de los rayos del sol —todavía no demasiado potentes— sobre su cuerpo, sabiendo que podía vaguear todo lo que le diera la gana.

Al regresar a su hogar se había refugiado en sus estudios para evitar pensar. Durante los últimos meses, había trabajado muy duro para exponer su tesis ante el tribunal. Ya hacía casi una semana que se había examinado y, aunque superó la prueba con una de las notas más altas, el tremendo esfuerzo realizado le había pasado factura y ahora se sentía tan agotada, que lo único que había hecho en los días que siguieron fue arrastrarse de la cama al jardín y del jardín a la cama.

Relajada y satisfecha, perdió la noción del tiempo hasta que, de pronto, notó que una sombra se interponía entre ella y el sol. Pensando que sería una nube —pese a que el cielo estaba completamente despejado cuando decidió salir afuera—dejo el libro de lado, y subió la mirada.

No era una nube.

El obstáculo que interfería entre la luz del sol y su cuerpo era una figura masculina de elevada estatura, cuyo rostro quedaba a contraluz.

—¿Kakashi? —susurró incrédula.

—¡Hola, Hinata!

Hinata lo contempló boquiabierta. En efecto se trababa de Kakashi Hatake, vestido con unos pantalones negros y una camisa azul pálido con los puños remangados hasta el codo.

Estaba guapísimo. Hinata solo cerró la boca cuando se dio cuenta de que los ojos del Hatake también la recorrían con avidez de arriba abajo, sin perderse un solo detalle de su esbelta figura envuelta en un vestido corto de color blanco.

Con rapidez, se cubrió las piernas con una manta de alegres colores para escapar de su mirada.

—¿Qué haces aquí?

—Recuerdo que una vez me dijiste que si venía a Konoha te llamara y correrías a buscar tu delantal y tu libro de recetas. Vengo a recordarte tu promesa...

—Vienes en mal momento —se encogió de hombros, displicente—estoy tan cansada que cualquier pequeño esfuerzo minaría mi salud para siempre.

—Felicidades, Doctora Hyūga.

—¿Cómo te has enterado?

—Digamos que tu padre me ha mantenido informado sobre ciertos asuntos que me interesaban, como por ejemplo: cómo iba tu tesis doctoral, cuándo te examinabas, cuál era tu estado de ánimo y... alguna cosa más.

Hinata, horrorizada, se ruborizó hasta el blanco de los ojos.

—¿No le habrás...?

Kakashi la observó burlón, con esa sonrisa torcida que no había perdido su capacidad de acelerarle el pulso al límite.

—¿No le habré...?

—Lo sabes perfectamente —replicó avergonzada.

—Tranquila, Hinata, no le he preguntado si estabas embarazada. —El color rojo de las mejillas femeninas subió dos tonos, y a Hinata le molestó que hablara de esa posibilidad como si no tuviera la menor importancia—Me imaginé que si ese era el caso, sería él el que vendría a preguntarme a mí.

—Eres... —Apretó los labios con fuerza para no soltarle lo que pensaba de él—. No me gusta nada que tú y mi padre hablen de mí a mis espaldas.

Kakashi alzó una mano en un gesto apaciguador.

—Paz, Hinata. No he venido a Konoha para pelearme contigo.

—¿Ah, no? Entonces, ¿a qué has venido, si puede saberse? ¿No deberías estar trabajando en ese «pequeño» negocio de temas de seguridad del que vives? Son malos tiempos para las «pequeñas» empresas —aprovechó para enfatizar por dos veces el adjetivo con inconfundible sarcasmo.

Kakashi lanzó una carcajada que le marcó unas atractivas arrugas en las comisuras de los ojos.

—Así que por fin te has enterado de que no estoy interesado en la fortuna de la pequeña heredera.

Hinata recordó la conversación telefónica que había mantenido con su padre mientras Kakashi lavaba los platos.

—Así que si escuchabas mis llamadas.

—Estabas a mi cargo, cariño —dijo con obviedad.

—Te agradecería que no me llamaras «cariño» —replicó Hinata, cada vez más indignada—¿Se puede saber en cuántas cosas más me engañaste?

Kakashi dio un paso hacia ella, sujetó su barbilla entre el dedo índice y el pulgar y la obligó a mirarlo a los ojos.

—Niego haberte engañado en nada. Simplemente, no te conté toda la verdad.

—¡Suéltame! ¡No me toques!

Hinata se desasió con brusquedad, y él se apresuró a dar un paso atrás y a alzar las palmas de las manos en señal de rendición.

—Te prometo que lo intentaré, Hinata, pero me va a costar mucho mantener esta promesa; te veo todavía más encantadora de lo que recordaba.

Una vez más, Hinata notó que le ardían las mejillas. Ese hombre conseguía hacer que se sintiera una estúpida con solo mirarla con esos ojos y esa sonrisa ladeada.

—Dejemos de desvariar y volvamos al tema que nos ocupa —propuso con severidad, decidida a no darle la satisfacción de verla perder la calma—. ¿A qué has venido?

—¿No es evidente? He venido a verte.

—¿Por qué?

—¿Porque lo necesitaba? ¿Porque durante estos últimos seis meses no he parado de pensar en ti? ¿Porque Pakkun todavía te busca por las esquinas? ¿Porque echo de menos los deliciosos platos que me preparabas?

De pie frente a él, incapaz de moverse o de apartar la vista de esas pupilas que parecían quemarla, Hinata sentía que le faltaba la respiración.

Los ojos de Kakashi resbalaron con lentitud por la larga melena, que lucía brillante ahí donde el sol la había tocado, recorrió su cuerpo exquisito cubierto por el vestido que estaría encanto en quitar, y las piernas bellas y esbeltas, que siempre lo habían enloquecido. Después volvieron a posarse sobre las delicadas facciones y se detuvieron, por fin, en los labios, entreabiertos por el asombro.

—Creo que voy a tener que romperla.

—¿El qué? —preguntó Hinata con voz ronca, como si saliera de un trance.

—La promesa que te acabo de hacer

Con un movimiento fluido la atrajo hacia sí. Enredó los dedos en los brillantes cabellos, detrás de la nuca y con el otro brazo le rodeó la cintura. Entonces, se inclinó sobre ella y la besó con tanta pasión, que Hinata pensó que si la soltaba en ese momento sus piernas cederían y se caería al suelo.

Fue como volver a casa. Hinata perdió la noción del tiempo y del espacio; en esos momentos, solo existía en el mundo esa boca perturbadora que anulaba por completo su voluntad. Incapaz de resistirse, se puso de puntillas y anudó los brazos entorno a su cuello.

—Ejem, ejem.

Un carraspeo sonó a sus espaldas, haciendo que se separaran en el acto. Hinata se volvió con rapidez y al ver a su padre, que se acercaba con el periódico debajo del brazo y un vaso de zumo de naranja en la mano, increíblemente, logró ponerse más roja de lo que ya estaba. Sin embargo, Kakashi se volvió hacia el recién llegado sin aparente vergüenza y lo saludó efusivo, tendiéndole la mano.

—Buenos días, Hiashi. Encantado de volver a verte.

Se estrecharon la mano con un amistoso apretón.

—Buenos días, Kakashi, creo que mi hija también está encantada de volverte a ver.

—¡Papá! -Soltó Hinata avergonzada-

—Solo es una impresión personal, hija mía, no sueles recibir a tus amigos de esa forma tan... afectuosa.

Hinata rezó para que se la tragara la tierra mientras observaba impresionada cómo Kakashi reía divertido, sin mostrar ni un asomo de turbación.

—No te enfades, Hinata. —Kakashi la agarró de la mano—Como supuse que estarías cansada y que no querrías prepararme la comida, te propongo un picnic. Sé que hace un par de días fue tu graduación y, para celebrarlo, llevo una cesta llena de cosas ricas en el coche que me gustaría compartir contigo.

—¿Qué tipo de cosas? —dijo con un mohín tierno—. ¿Comida de lata o de sobre?

—Te prometo que te gustará lo que he comprado.

—No sé si podré confiar nunca más en tus promesas... —replicó con malicia.

—Touché!

—¿Donde tenías pensado ir?

En realidad, le daba igual a dónde la llevara, solo quería estar con él.

—Conozco un lugar muy bello en la montaña, en el que podremos hablar con tranquilidad. Así que lleva un suéter por si acaso.

—Está bien, iré a cambiarme. Espero que te portes como un caballero.

Kakashi se llevó una mano al corazón.

—Lo juro.


EP | KAKAHINA 14

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Al despertarse, los recuerdos de la noche anterior empezaron a llegar en oleadas al cerebro de Hinata y su cuerpo, agradablemente dolorido en ciertos lugares estratégicos, le confirmó que esas imágenes eran reales. Con los ojos cerrados, extendió la mano y solo palpó el colchón vacío a su lado. Con una curiosa sensación de desastre inminente, abrió los párpados y vio que la luz de la mañana inundaba el dormitorio a pesar de no ser un día soleado.

Kakashi estaba sentado en una silla, junto a la cama, completamente vestido. La alegre sonrisa que había asomado a los labios de Hinata se borró al instante al ver su expresión. Una vez más, la máscara tras la que se ocultaba tan a menudo había hecho su aparición y los ojos impenetrables la observaban con frialdad. Consciente de repente de su desnudez, Hinata enrojeció y se subió las sábanas hasta la barbilla.

—Buenos días, Hinata.—La voz tenía el mismo tono indiferente de su expresión—He hablado hace unas horas con tu padre. Ha alquilado un jet privado y llegará aquí lo antes posible para recogerte y llevarte con él a Konoha.

Fue como un puñetazo en pleno rostro, pero Hinata intentó disimular lo herida que se sentía.

«¿Qué pensabas?», se dijo decepcionada, «sabías desde el principio que esto no llegaría a ningún sitio. Conseguiste lo que querías ¿no? Ahora debes pagar el precio».

—Gracias, Kakashi—respondió con una calma que incluso a ella la sorprendió—. Será bueno volver a casa y olvidar estos últimos meses. Ya va siendo hora de retomar mi vida y seguir adelante.

—Hinata, yo... Quiero que sepas que siento lo de anoche.

—No lo sientas, Kakashi—dijo mirándolo a los ojos—. Lo de anoche fue una experiencia maravillosa, al menos para mí. Antes o después tenía que ocurrir y estoy contenta de que haya sido contigo. No me arrepiento de nada y me gustaría que tú tampoco lo hicieras.

Hinata lo vio apretar los puños y el músculo de su mandíbula vibró una vez más.

—¿Eres consciente de que lo de anoche podría traer consecuencias?

—¿Consecuencias? —repitió sorprendida por su brusquedad.

De repente los ojos perlados se agrandaron al darse cuenta, por fin, de lo que él quería decir.

—Me he portado como un auténtico bastardo inconsciente y quiero que sepas que me hago responsable de lo que pueda ocurrir. Quiero que cuentes conmigo si... si pasa cualquier cosa.

—Gracias de nuevo, Kakashi. Nadie podrá acusarte nunca de ser un hombre que da la espalda a sus responsabilidades —Un leve toque de sarcasmo asomaba en la voz femenina—. Pero no hace falta que te preocupes por nada. Si ocurriera «cualquier cosa», como dices tú, sé que contaré con el apoyo de mi padre para respaldarme sea cual sea el camino que decida seguir.

Kakashi contempló las delicadas y orgullosas facciones con los puños apretados. Tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para no arrojarse sobre ella y volver a hacerle el amor hasta que confesara a gritos que lo amaba. Deseaba que Hinata estuviera embarazada; se sentía capaz de hacer cualquier cosa para retenerla a su lado, aunque fuera a la fuerza. Pero ella seguía fría y distante, como los inesperados acontecimientos de la noche anterior no tuviesen la menor importancia. Quizá simplemente lo había utilizado para calmar sus miedos, al fin y al cabo, era el hombre que tenía más a mano; tal vez lo ocurrido no había significado lo mismo para ella. La rabia amenazaba con dominarlo por lo que, incapaz de contenerse, se levantó de la silla y se sentó en el borde de la cama.

Sin apartarse ni un centímetro, Hinata se limitó a mirarlo, retadora, al tiempo que sujetaba con más fuerza las sábanas sobre su pecho. Kakashi posó la mano sobre su hombro y acarició la tersa piel desnuda con el pulgar; una leve caricia que la hizo contener la respiración. Trató de aparentar tranquilidad y le sostuvo la mirada con fingida indiferencia; una batalla de ojos perlados contra negros. Notó cómo kakashi se tensaba y, de pronto, comprendió que él no era tan inmune a sus encantos como quería aparentar.

—Hinata...

Pronunció su nombre como una caricia y, una vez más, la invadió una debilidad paralizante que amenazaba las defensas que había alzado ante él.

—Debo hacerlo.

Las palabras escaparon entrecortadas entre los dientes apretados de Kakashi—o al menos eso le pareció entender a Hinata— antes de que este se levantara con brusquedad de la cama y se quedara de pie, de espaldas a ella, contemplando la vista desde la ventana.

—Prepárate, tu padre no tardará en llegar —ordenó recuperando el tono normal de su voz.

Sin dirigirle una sola mirada más, salió del dormitorio y cerró la puerta con suavidad.

Hinata se levantó como una autómata y empezó a recoger sus cosas. Parecía como si una fuerza gigantesca hubiera succionado todas sus energías, dejándola como una cáscara vacía. Cuando lo tuvo todo recogido se sentó frente al escritorio y esperó a que llegara su padre. Se sentía incapaz de enfrentarse a Kakashi ella sola, sabiendo que lo amaba y que él, en cambio, lo único que sentía por ella era pura atracción física. Puede que fuera el primer hombre con el que se acostaba, pero algo le decía que el éxtasis que habían compartido horas antes no era lo habitual. Tendría que aprender a vivir el resto de su vida con ese recuerdo, pero no había mentido cuando le dijo que no se arrepentía de nada. Si pudiera volver atrás en el tiempo, se entregaría de nuevo a él sin dudarlo.

No supo cuánto tiempo estuvo ahí sentada, mirando al vacío, pero el ruido de la puerta de entrada al abrirse la sacó de su abstracción. En cuanto oyó la voz de su padre, que saludaba a Kakashi, bajó corriendo la escalera y se arrojó a los brazos del recién llegado.

—¡Papá!

Lágrimas de alegría rodaban por sus mejillas, y su padre la estrechó con fuerza, visiblemente emocionado.

—¡Hinata, mi vida!

Hinata oyó el ruido de la puerta al cerrarse y se imaginó que Kakashi, con su discreción habitual, los dejaba para que pudieran hablar a solas.

—¿Estás bien, hija? Cuando Kakashi me llamó esta mañana no podía creerlo. El viaje en avión ha sido un infierno, estaba tan preocupado...

—Papá, estoy bien, de verdad. Gracias a Kakashi. Me rescató justo a tiempo.

—Sabía que hacía bien en confiarte al Hatake. Siempre ha sido una persona con la que poder contar.

Hinata abrazó más fuerte aún a su padre y no contestó.

—Quiero volver hoy mismo —dijo con la cara escondida en la elegante camisa que olía a su aroma, tan familiar.

—¿Segura? ¿No deseas descansar unos días? Podemos quedarnos, hasta que te recuperes un poco.

—No papá —negó con firmeza—, deseo regresar cuanto antes. Quiero volver a casa.

—Como quieras, querida.

Cuando Kakashi regresó media hora más tarde, Hiashi le comunicó que se marchaban.

—Muchas gracias por todo Kakashi. Mi hija me ha contado lo que has hecho por ella y solo puedo decirte que te estaré eternamente agradecido —afirmó con emoción.

Ambos se estrecharon la mano con cordialidad. Por unos instantes, Hinata contempló a los dos hombres altos y distinguidos que estaban frente a ella y no pudo evitar compararlos. A pesar de que su padre ya era más grande, entendía por qué Kakashi y él se llevaban tan bien. Tenían muchas cosas en común; ambos eran hombres activos, inteligentes, seguros de sí mismos y podían ser despiadados si la ocasión lo requería.

Poco después le llegó a Hinata el turno de decirle adiós, quizá para siempre.

—Una vez más, gracias por todo, Kakashi Hatake. — Hinata le tendió la mano, pero él la ignoró. La agarró por los hombros —tan fuerte que dos días después las huellas de sus dedos todavía destacaban oscuras contra su piel— y se inclinó a darle un beso en la mejilla.

—Ha sido un placer, Hinata Hyūga, echaré de menos tus comidas...

Antes de soltarla, le susurró al oído:

—Cualquier cosa... Avísame.

Hinata le sonrió con dulzura y se dio la vuelta con rapidez, procurando que no se diera cuenta de que las lágrimas inundaban sus ojos.

Kakashi los acompañó afuera y, con las piernas ligeramente separadas y las manos a la espalda, esperó a que el chófer pusiera en marcha el motor y se fueran. Antes de que el coche se alejara del todo, Hinata se dio la vuelta y agitó la mano en un adiós. Inmóvil, se quedó ahí, hasta que el vehículo desapareció detrás de una curva del camino. Después, dio media vuelta y se metió de nuevo en la casa, que parecía extrañamente vacía sin la presencia de la chica. Incluso Pakkun la buscaba como un alma en pena por los rincones.

—Ya no volverá, muchacho —afirmó, al tiempo que rascaba al perro detrás de las orejas.

Se dejó caer en una de las sillas de la cocina y, apoyando los codos sobre la mesa, se sujetó la cabeza con las manos. Le extrañó que el dolor que sentía fuera físico; tan real como si tuviera una aguja clavada en el estómago.

—Debemos olvidarla, Pakkun. La deliciosa señorita Hyūga no es para nosotros...

Pero sabía que jamás olvidaría las sensaciones de la noche anterior mientras le hacía el amor.

Nunca se había sentido tan conmovido al estar con una mujer. Por primera vez comprendió la expresión, tan trillada, de volverse uno. Para él no había sido un mero encuentro sexual, sino la comunión de dos personas en una armonía perfecta. Quizá Hinata no se había percatado de lo extraordinario de lo ocurrido, ella no tenía experiencia, no podía comparar. Pero a él, no le cupo la menor duda de que lo que sentía por ella no era una locura pasajera, un enamoramiento momentáneo, sino el reconocimiento de una persona como esa pieza esencial que todo individuo busca para completar su propio yo.

A pesar de lo temprano de la hora, decidió servirse un whisky; no encontraría un momento mejor para emborracharse un poco.

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Sentada en uno de los asientos de cuero del lujoso jet privado, Hinata miraba por la ventanilla las nubes esponjosas que flotaban bajo la panza de la aeronave. Solo hacía unas horas que no lo veía y ya añoraba a Kakashi de un modo terrible. Como si presintiera su abatimiento, su padre trató de animarla con un tono alegre algo forzado:

—Las invitaciones a todo tipo de fiestas se acumulan en la bandeja del recibidor. No vas a tener un minuto libre para pararte a pensar.

—No sé si tengo ánimos para tanta fiesta, papá.

Su padre recuperó la seriedad al instante.

—Vamos, Hinata, sabes que mantenerte ocupada será el mejor remedio para olvidar los horrores de los últimos días.

Ella se encogió de hombros sin apartar los ojos de la ventanilla.

—Tengo la tesis casi terminada, creo que voy a intentar sacarme el doctorado.

El rostro masculino se animó de nuevo con una sonrisa de satisfacción.

—¡Me parece perfecto! Siempre has sido una chica lista. Con el doctorado podrás encontrar ese trabajo de investigación en la universidad que siempre has deseado.

—Tal vez, si. —Una vez más, se encogió de hombros y se quedó en silencio. Al cabo de un rato, se volvió hacia él. —Y Kakashi, ¿tú crees que ya tendrá una nueva posible víctima a la que cubrir las espaldas? —No pudo resistirse a hacerle la pregunta.

Su padre descartó la idea con un gesto de la mano.

—Kakashi está demasiado ocupado para eso. Aceptó hacerse cargo de ti como un favor personal. Su trabajo le ocupa demasiado tiempo.

Hinata frunció el ceño extrañada.

—Bueno, no me pareció que su pequeño negocio lo tuviera muy agobiado.

—¿Pequeño negocio dices? Es propietario de una de las mayores empresas de seguridad del país.

Hinata se quedó sin habla al oír aquello.

—Kakashi Hatake es un tipo muy listo. —continuó su padre—Ya me lo pareció cuando trabajaba para mí; por eso accedí a hacerle un pequeño préstamo. Me lo devolvió con creces al poco tiempo. Ahora poseo varios cientos de acciones de su empresa y créeme, los beneficios son formidables. En pocos años será casi tan rico como yo.

Su hija lo miró incrédula.

—Él mismo me dijo que era dueño de un pequeño negocio. Nunca hizo alarde de ser millonario.

—Kakashi es un tipo sencillo. A pesar de su origen humilde, no perdió la cabeza cuando empezó a nadar en dinero. Por eso me gusta, es un hombre que sabe lo que quiere y no se deja llevar por las apariencias.

Hinata trató de digerir esa nueva información.

«El puede tener a cualquier mujer de la alta sociedad, y comparadas conmigo, yo ya no soy tan especial», se dijo irónica.

Soltó una carcajada amarga y, al preguntarle su padre qué era eso tan gracioso, no le contestó.


EP | KAKAHINA 13

Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.

 Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes        

───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────

Kakashi no supo qué era lo que le había despertado hasta que volvió a oírlo una vez más. El grito de angustia que atravesó las paredes terminó de espabilarlo y, al instante, comprendió que Hinata debía estar siendo víctima de una pesadilla. Descalzo y vestido solo con los pantalones del pijama, corrió a su dormitorio.

Entró sin llamar y encendió la lámpara que estaba sobre la mesilla. Hinata movía la cabeza de lado a lado de la almohada con violencia, mientras trataba de apartar la pesada colcha con las manos, que parecía asfixiarla.

—¡No! ¡No! —gritó de nuevo. Tenía las mejillas empapadas de lágrimas.

Kakashi la agarró por los hombros en un intento de inmovilizarla y le habló con suavidad:

—Tranquila, Hinata, despierta. Solo es una pesadilla.
Pero ella siguió retorciéndose con los ojos cerrados sin dejar de gritar.

—¡Suéltame! ¡Suéltame!

—¡Hinata, despierta! —Su tono firme y sereno se filtró al fin en su cerebro, y Hinata abrió los párpados sobresaltada.

Al ver que un individuo la sujetaba con firmeza, con el rostro casi pegado al suyo, asomó a sus ojos una mirada de terror descarnado que lo alarmó muchísimo.

—Tranquilízate, Hinata, soy yo, Kakashi.

—Kakashi... —Por fin la joven empezó a asimilar sus palabras—. ¡Kakashi!

Se arrojó sobre él y, abrazándose con fuerza a su cintura, apoyó la mejilla empapada contra su torso desnudo.

—Dios mío, Kakashi, pensé que... Notaba sus manos por todo mi cuerpo... Estuvo a punto de... Por un momento creí que tú...

—Chist —la mandó callar con dulzura y apoyó el rostro sobre el pelo fragante mientras su mano subía y bajaba por su espalda en una caricia tranquilizadora—. Hinata, estás a salvo. Ese tipo ya no podrá hacerte daño. No debes tener miedo.

Las palabras y sus caricias hipnóticas actuaron como un bálsamo. Hinata fue tranquilizándose poco a poco y, cuando volvió a hablar, ya no le temblaba tanto la voz:

—Kakashi, no quiero que te vayas. No quiero que me dejes sola esta noche —suplicó, frotando su cara contra su pecho cada vez que pronunciaba la palabra no.

—Hinata, eso es imposible.

—¡Te necesito! Quiero que te quedes aquí esta noche. Quiero... q-que hagamos el amor.

—¡Hinata, no sabes lo que pides! —Sin darse cuenta, Kakashi la apretó más fuerte—. No eres tú misma; es la reacción al trauma de haber estado a punto de ser violada lo que habla por ti. No voy a aprovecharme de tu debilidad.

—No, Kakashi, te juro que soy perfectamente consciente de mis actos. —Hinata levantó la cabeza y se enfrentó a él con expresión decidida—. Cuando Toneri estaba sobre mí en aquel horrible lugar, me atormentaba pensar que iba ser el, arrastrado por el odio y la lujuria, el primero en poseer mi cuerpo. Pensé en las dos veces que tú y yo estuvimos a punto de hacer el amor y podría haberme dado de cabezazos contra la pared por haber desperdiciado la ocasión. Quiero que seas tú el primero; sé que me harás disfrutar, sé que borrarás las huellas que el contacto repugnante de ese tipo dejó sobre mi cuerpo —afirmó con seguridad—. Si permito que el tiempo pase sin tratar de superar la impresión que me dejó el intento de violación, acabaré alzando nuevas barreras y quizá nunca llegue a conocer lo que es estar con otra persona. Quiero que seas tú, kakashi, mi primer hombre. Te necesito esta noche. Te juro que será solo esta noche...

Una oleada de deseo lo recorrió de la cabeza a los pies al escuchar aquella apasionada súplica. A pesar de todo, con un esfuerzo titánico, trató de sobreponerse a la debilidad que amenazaba con arrastrarlo.

—No, Hinata, no puedo hacerlo. Por mucho que lo desee, si me aprovecho de las circunstancias no podría perdonármelo. Un día te enamorarás de verdad de alguien y debes reservarte para él. Créeme, algún día me agradecerás que te haya dicho que no.

Sabía que no sería justo hacerle el amor en esas circunstancias. Hinata llevaba varios meses viviendo lejos de todo lo que le era querido y cercano, con él casi como única compañía. Y a todo eso había que sumarle la experiencia traumática del secuestro y la liberación. No era la primera vez que veía una reacción similar. Ya le había ocurrido en otras ocasiones con otras personas a las que había protegido.

Kakashi creía que Hinata había desarrollado un síndrome parecido. Ella ya no lo veía como a un hombre, sino como a su protector; la única persona en el mundo capaz de hacerla sentir a salvo. Lo que en realidad necesitaba en esos momentos era alejarse de él, retomar su vida donde la había dejado y, de esa forma, recobrar su autoestima y la seguridad en sí misma.

A Hinata no se le había escapado la inconfundible excitación sexual que se había apoderado del cuerpo masculino. Consciente de que Kakashi la deseaba tanto como ella a él y que lo único que lo detenía eran sus escrúpulos; decidió que, aunque solo fuera por esta vez, ese hombre sería suyo. Resuelta a hacer realidad su sueño, se apretó contra él y comenzó a derramar una lluvia de besos sobre su cuello, sus hombros, su pecho...

Kakashi se quedó muy quieto bajo sus caricias y notó que su respiración se hacía cada vez más trabajosa. Satisfecha al comprobar que su poder sobre él era tan fuerte como el que él mismo ejercía sobre ella, prosiguió con su plan de seducción y beso el pecho masculino sin dejar de acariciar la piel de sus costados con las yemas de los dedos.

Kakashi se estremeció, impotente; se sentía incapaz de seguir luchando consigo mismo. La única mujer a la que había amado en su vida le estaba pidiendo —más bien suplicando— que la hiciera suya. Habría tenido que ser un superhombre para negarse a hacer lo que más deseaba en el mundo. Con un suspiro que confirmó su rendición, enredó los largos dedos en la sedosa melena y atrajo su boca hacia la suya. En ese mismo instante, se juró a sí miso que haría de este un momento inolvidable para Hinata. Aunque no pudiera confirmarle el amor que sentía por ella con palabras, lo expresaría a través de sus manos, de su boca, de todo su cuerpo.

La descarga eléctrica que los recorrió a ambos cuando sus bocas se encontraron con los labios entreabiertos fue la confirmación de que su pasión —esa tensión sexual casi insoportable que habían experimentado desde el principio— era una fuerza irresistible que los había conducido hasta ese momento preciso; el momento de fundirse en un solo cuerpo.

Las manos de Kakashi recorrieron todo su cuerpo tocando, rozando, probando..., hasta que Hinata pensó que todas las partículas de su ser se consumirían en esa llamarada abrasadora. Con suavidad, Kakashi la obligó a tenderse de espaldas sobre la cama y comenzó a desabrocharle con lentitud los botones de la camisa del pijama. Muy despacio, le sacó una manga sin dejar de besar al mismo al tiempo la tersa piel de su hombro. Después, con ese mismo ritmo pausado, repitió la maniobra con la otra manga.

A la escasa luz de la lámpara de la mesilla, que ninguno de los dos se había molestado en apagar, Kakashi contempló fascinado los bellos pechos desnudos que se alzaban. Con cuidado de no aplastarla con el peso de su cuerpo, se tumbó sobre ella y empezó a lamerlos con deleite, como un hombre al que hubiesen privado de alimento durante mucho tiempo. Hinata se arqueó contra él y echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados; una corriente de fuego líquido viajó desde sus senos hasta más abajo de su vientre. Pero, pese a que el placer resultaba casi insoportable, sus manos tampoco permanecieron ociosas y recorrieron el cuerpo masculino de arriba abajo, al principio algo tímidas y mucho más atrevidas según transcurrían los minutos.

Kakashi sentía que iba a estallar. Todo su ser le pedía tomarla de una vez y descargar dentro de ella la pasión acumulada durante tantos días, pero se contuvo. Estaba decidido a hacer de esa noche algo memorable, que perdurase en el recuerdo de la joven aunque no volvieran a verse jamás.

Deseaba que el placer borrara para siempre de su mente cualquier temor que pudiera albergar.

—Kakashi... —Hinata pronunció su nombre en un gemido. El tacto de esos dedos hábiles amenazaba con llevarla a la locura.

Pero él no estaba dispuesto a apresurarse, así que terminó de desnudarla con lentitud y, durante unos segundos, contempló lleno de admiración ese cuerpo suave y cálido, tan tentador, que se adaptaba al suyo como una segunda piel.

Hinata abrió los párpados que había mantenido cerrados todo el tiempo y en un tono sensual, que él no le había oído antes, comentó:

—Espero que a mí también me esté permitido mirarte...

Kakashi lanzó una carcajada ronca y con un rápido movimiento se deshizo de los pantalones del pijama y se plantó frente a ella sin otro atavío que su irresistible sonrisa torcida. Los ojos perlas se deslizaron por el cuerpo atlético; acariciaron el torso de músculos firmemente esculpidos y el vientre plano, sin un gramo de grasa, antes de detenerse con curiosidad sobre su esencia varonil. Luego siguieron su recorrido por las piernas bien tonificadas. Satisfecha, se dijo que era el ejemplar de hombre más bello que había contemplado en su vida.

—¡Eres guapísimo!

Kakashi rió divertido.

—Tú sí eres perfecta.

Una vez más, se tendió sobre ella y apoyó el peso de su cuerpo sobre los antebrazos. Despacio, deslizó la mano entre sus piernas y, complacido, notó la delatora humedad que revelaba la excitación de la joven. Con la misma delicadeza, trazó una serie de círculos en el centro mismo de su ser con el pulgar, llevándola casi hasta el delirio. Incapaz de resistir más y sabiendo que Hinata ya estaba lista para recibirlo, le separó las piernas, se colocó entre ellas y con mucho cuidado empezó a empujar.

Hinata se quedó muy quieta, toda su atención concentrada en esa invasión de su cuerpo. Cuando la barrera de su virginidad se interpuso, Kakashi presionó con suavidad hasta derribarla. Por primera vez, sintió una punzada de dolor, pero él, consciente de que se había quedado rígida debajo de su cuerpo, se detuvo y dejó que se calmara.

—Ahora no dolerá más –prometió, al tiempo que esparcía una lluvia de besos ligeros y exquisitos a lo largo de su garganta.

En cuanto notó que ella se relajaba un poco, continuó avanzando con lentitud hasta introducirse de lleno en su interior. Por unos segundos se quedó muy quieto para darle tiempo a acostumbrarse a esa nueva sensación, pero enseguida empezó a mecerse hacia adelante y hacia atrás sin salir nunca del todo, hasta que Hinata sintió que un anhelo de algo desconocido invadía todos los rincones de su ser. Siguiendo un instinto atávico, comenzó a moverse al mismo ritmo que él, pero no era suficiente; necesitaba tenerlo todavía más cerca. Sentirlo todo dentro de ella. Entrelazó las piernas en torno a las caderas masculinas y, segundos después, una marea irrefrenable los arrastró a ambos más y más lejos, subidos en olas de placer cada vez más altas, hasta que estas rompieron por fin, y los dejó tendidos en el colchón, jadeantes y sudorosos, abrazados el uno al otro como si no fueran a separarse jamás.

A Hinata le pareció que todas sus energías la abandonaban de repente.

—Gracias, Kakashi—fue lo único que logró susurrar contra su pecho, antes de sumirse en un sueño profundo.

Agotado y, al mismo tiempo, increíblemente satisfecho, Kakashi se echó a un lado por temor a aplastarla con su peso, aunque sin soltarla en ningún momento. Apartó unos mechones húmedos del precioso rostro femenino y se quedó escuchando la respiración regular. Sintió que una inmensa paz le invadía; en ese momento, no tenía dudas ni le asaltaban los remordimientos. Sabía que todo eso llegaría con la luz del día, pero esa noche se limitaría a disfrutar de la maravillosa unión que juntos habían alcanzado.

—Te amo —le susurró al oído.

La estrechó aun más fuerte entre sus brazos y, pese a que trató de retrasarlo todo lo posible, enseguida se quedó dormido.